Discomático

RVG – Brain Worms (Fire-Popstock!)

Brain Worms : RVG: Amazon.es: CDs y vinilos}Llevaba escrito más de medio comentario cuando me di cuenta de que estaba abusando de un tono demasiado enciclopédico en la exposición. Comedido, equidistante y rayano en la tibieza de lo políticamente correcto. Y eso, hablando de una banda como Romy Vager Group (RVG) es suficiente como para que le nieguen a uno el saludo por la calle o, peor aún, que no le aguanten abierta la puerta del ascensor cuando lo vean llegar por el rellano. Y es que RVG no es una banda temerosa de exponer el alma y las tripas en cada arrebatada entrega que pone en circulación: A Quality of Mercy en 2017 y Feral en 2020 ya daban testimonio de lo que se podía esperar del cuarteto de Melbourne. Y este Brain Worms no hace sino que aumentar la intensidad de la señal en el sismógrafo emocional del oyente, y desplaza la nota de corte de los candidatos a Disco del Año a una altura que pocos van a poder alcanzar este curso.

Creo que no es exagerado afirmar que una personalidad como la de Romy Vager es necesaria en el mundo que nos ha tocado vivir. Necesitamos a ese tipo de persona valiente que decide empezar el disco que supone la confirmación definitiva de su proyecto con un sobrio crescendo que le hace ojitos al dream-pop, mientras canta los versos “Creo que lo dejo / Ya es suficiente / No me quieres / Creo que lo dejo”, y lo hace sonando firme, creíble, serena y vital en lugar de lacrimógena. Alguien que dibuja experiencias que apuntan a trama kafkiana —lean ustedes los oblicuos textos de «Squid» o «Brain Worms» y me dicen si desmerecen como guiones para un corto de David Lynch— y no da la sensación de que nos esté contando un chiste del que ha olvidado el final.

Como también es siempre necesaria una banda que le está practicando un exuberante boca a boca al mundo del rock de guitarras, porque nunca nos van a sobrar aquellos que traigan al recuerdo las enseñanzas de sus mayores, ya sean las de trazo fino de unos Go-Betweens gentiles, como en «Tropic of Cancer», el brillo de unos Triffids cristalinos como en «It’s Not Easy» y «Tambourine», el western austral de unos Died Pretty trotones como en «Giant Snake» o la vehemencia de unos Drones virulentos cuando rabian, como en «Midnight Sun». Todas estas influencias son palpables, sí, pero RVG aportan el indispensable aire propio diferencial que los aleja del montón del material de desguace sonoro, probablemente, además de por la impecable ejecución de Reuben Bloxham, Marc Nolte e Isabele Wallace, también por la labor de James Trevascus —Nick Cave, Lucrecia Dalt o P.J. Harvey han pasado por sus tamizadores sonoros— quien ha iluminado y oscurecido los rincones de varios temas del álbum con ambientaciones propias de los ochenta, como en el impecable single «Nothing Really Changes» o la serena «You’re the Reason», sin caer en la pantomima ni escurrirse por los atajos de lo meramente replicado.

Cuenta Romy que, tras dos años de aislamiento y parón forzoso, se sentía con unas ganas casi desconocidas de salir y soltar todo lo que llevaba dentro y por eso Brain Worms suena como un manifiesto de aceptación y afirmación de sí misma. Y que notaba, además, la necesidad de alumbrar un disco que tenía que sonar exactamente así, por si acaso era el último que hiciera en su vida. Estas declaraciones podrían sembrar dudas acerca del futuro inmediato del proyecto, pero atendiendo a la letra del tema que cierra el álbum (“Sé cómo soy / Y sé cómo me pongo / Si crees que soy rara / Aún no has visto nada”), parece que esto no ha hecho más que empezar.

 

FERMÍN GARCÍA

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