Hay algo en la voz de Lynn Miles que siempre me ha tocado la fibra. No es solo una voz bonita, de timbre emocionante y evocador, es algo más. Es ese tipo de voz que en ciertas inflexiones, al alcanzar determinadas notas o entonar algunos fraseos, hace que un pequeño respingo te suba por la colleja, que sientas un cierto escalofrío en las costillas. Y que esa voz siga ejerciendo ese particular efecto en mi sistema nervioso, con sesenta y cuatro primaveras cumplidas (ella, no yo), no deja de resultar reconfortante.
Claro que en el haber de Lynn la excelencia en la voz siempre ha venido acompañada por un innato talento con la pluma; y su nuevo trabajo, decimosexto en el cómputo global de su discografía, lo confirma de nuevo. Líricamente a través de unos textos en los que el amor y la pérdida confluyen en inestabilidad, en desconcierto ante unos tiempos en los que parece no haber nada seguro a lo que agarrarse. Y ese trampear los múltiples obstáculos de la vida, lo articula con las armas de las que siempre se ha valido: folk y country, aunque en esta ocasión incidiendo más que en otras ocasiones en el bluegrass, utilizando para ello el dobro y la mandolina. “Siempre quise hacer un disco con esos instrumentos”, comentaba recientemente. “Nunca me referiría a mí misma como una artista de bluegrass, porque tengo demasiado respeto por el género. Soy solo una aspirante. Me encanta el bluegrass y me encanta la instrumentación, así que cuando estaba armando una lista de canciones que quería hacer, pensé que finalmente podría hacer este disco donde tenía mucho dobro y mandolina, contrabajo y banjo”.
Pero aun introduciendo esos elementos más o menos novedosos, el disco es lo suficientemente variado dentro de su obligado tono de raíces: desde los ecos de Emmylou Harris en «Highway 105» a los aires fronterizos de «Palomino», sin olvidar los valses marca de la casa, aquí sublimados en la preciosa «Johhny Without June», en cuyos versos –homenajes de una deliciosa obviedad– se resume buena parte del sentimiento general del disco: I’d give anything to turn back time, anything to walk the line/ To join you on that funeral pyre / To go down in that ring of fire.
Madura, reflexiva y a la vez emocionante lucidez la de esta mujer, la verdad.
Eloy Pérez