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Jason Ringerberg – Paral.lel 62 (Barcelona)

 

 

 

Podríamos pensar que un concierto acústico, de quien fue adalid del peligroso cruce entre el punk y el country, sea una especie de claudicación. No es así. Con el paso inexorable del tiempo es lógico perder crudeza, pero no el ánimo ni el talento, sobre todo si uno se llama Jason Ringenberg.

Ringenberg está paseando su última y transparente obra titulada “Rhinestoned” (Folc Records, 2021), junto a un buen puñado de canciones grabadas con los Scorchers y alguna de su alter ego Farmer Jason (ya me hubiera gustado tener un educador que me ilustrara a los gritos de “Hey Ho! Let’s Go”), que le auparon al reinado del cow-punk, etiqueta que detesta tanto como nosotros, aunque, en el fondo, pueda tener sentido: tocar country al estilo Ramones tiene un peaje.

Los estilos no casan, pero nuestro querido granjero tuvo que pelearse, en la primera noche del mes de junio, con dos contrincantes rocosos: los “sonidos primaverales” y Joe Satriani. Al “killer” guitarrista neoyorquino le asignaron  la sala grande del Paral·lel 62, a él la pequeña. A pesar de dichas contrariedades, sus acólitos llenaron el recinto y se lo pasaron en grande.

Jason apareció por una puerta colindante, subió al escenario y espetó: “ladies & gentlemen, from Kenawee, Illinois, Jason Ringenberg”. Si alguien dijo que con una guitarra acústica no se podía hacer ruido, se equivocó de lleno. Un par de estallidos, “Honky Tonk Maniac From Mars” y “Trail of Tears”, rasgueados con fiereza, ya indicaron que no iba a tontear (había avisado que no se quedaría sentado aburriendo al personal). De todos modos, su inteligencia y madurez incitaron a variar de ritmos. “Shop It Around” fue buena muestra de ello, al igual que ”Pray for Me, Mama (I’m gypsy Now)”, la tremenda “Bible Gun” (versión de 2002), el “Lost Highway” de Leon Payne, en la que tocó con delicadeza su harmónica, o una de sus preferidas, “Harvest Moon”. Genuflexiones.

 

Como si quisiera imitar a Sinatra, presentó, en la mayoría de los casos, las canciones e indicó el año de su aparición. Se extendió en “White Lines” (1993) y mucho más en la precedente “God Bless The Ramones” (1992). Antes de atacarla, habló de su gira compartida, nos contó cómo se conocieron e hizo hincapié en un detalle: “es la única canción, en el mundo entero, que lleva el nombre de Dios junto al de Ramones”.

Se mostró jocoso con la aparición de Farmer Jason (“The Tractor Goes Chug Chug Chug” y “Punk Rock Skuk”, muy aplaudidas) y respetuoso al interpretar “Absolutely Sweet Marie”, perla preciosa de Dylan incluida en “Blonde On Blonde”. Cierre apoteósico.

En cuanto a las novedades, destacaríamos la rockera  “I Rode With Crazy Horse” o dos fabulosos medios tiempos: “Nashville Without Rhinestones” (crítica al desastroso cambio producido en la mítica ciudad) y “The Storms Are in the Ocean”.

Al finalizar, del modo como lo hacen los grandes (humildad=dignidad), atendió a todos los que se le acercaron y pudimos charlar unos minutos con él. Elogió a esta revista (respeta y serás respetado) y nos contó algunas cosillas que nos guardamos en el corazón.

Jason Ringenberg hacía 12 años que no pisaba nuestras tierras. Por favor, no tardes tanto en volver.

 

Texto: Barracuda

Fotos: Fernando Ramírez

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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