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Gilipojazz – Sala Wolf (Barcelona)

La propuesta del trío madrileño es por lo menos arriesgada. Aun así, han reunido un buen puñado de fechas para este verano, por lo que algo de interesante tendrá para que haya tanta expectación por verlos en directo. La primera de ellas, en Wolf, arrancando puntuales tras el aviso en megafonía de que su música es –en un porcentaje muy alto– instrumental. Esto es, falta de letra. Uhm. ¿Será posible conectar con ellos sin oraciones, sujetos y predicados? La respuesta es un SÍ rotundo, así, en mayúsculas.

Ya sea por el virtuosismo que gastan con sus instrumentos (nada pretencioso), o por la velocidad vertiginosa a la que transcurre todo, Pablo, Iker y Ángel atrapan la atención del público –escaso, pero bien avenido– para no dejarla marchar. Una a una, nos introducen en sus laberintos sonoros, con estructuras y cambios de ritmo impredecibles, haciendo que muchos nos preguntemos qué vendrá después, en esta delicatessen musical caída en gracia por su buen humor. Y es que más allá de Frank Zappa o Primus, sus influencias alcanzan niveles de los mismos Les Luthiers, tanto por habilidad instrumental e impecable factura técnica, como por el derroche de comedia y buen humor que gastan.

Cuando parece que el efecto WOW! se diluye, sorprenden de nuevo con un cambio de instrumento, donde Ángel cede el bajo a Pablo, el batería, para tomar la guitarra e interpretar lo que ellos mismos presentan como un repaso por las distintas canciones aparecidas en la serie de los noventa, Bola de Dragón. Después vuelven a sus instrumentos iniciales como si nada hubiera ocurrido y sorprenden con la banda sonora de un videojuego protagonizado por un payaso –uno que todavía no existe– para continuar con la música de los títulos de crédito.

Todo puede ocurrir cuando Gilipojazz pisan el escenario, incluso que los tres se sumen a la teclas de un piano electrónico en una pieza tan inspirada como teatral. Nos introducen en los misterios que encierra un sándwich, donde entre pan y pan van mogollón de cosas, que al uso se traduce como una amalgama de melodías y sonidos entre riff y riff de una canción con mismo nombre. Hay tiempo para una versión de Focus, antes de interpretar la “popular” «Iker me debe un café», seguida por «Iker ya no me debe un café». Así son estos chicos, que en la portada de su primer álbum se preguntan ¿dónde está el jazz? Pues en lo suyo algo hay, como de tantos otros géneros. Pero de gilipo****, ni rastro en este buen rato para la memoria que nos hicieron pasar.

 

Texto y fotos: Borja Figuerola

 

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