Encuentros

La Santa Cecilia celebra, entre mezcales, sus 15 años de vida con una gira por España 

 

Sus boleros, rancheras y cumbias llevan ya tiempo emocionando a estadounidenses y latinoamericanos, así que ya estaban tardando en venir a visitarnos. Con Cuatro copas bohemia en la Finca Altozano (2023) recién salido del horno, La Santa Cecilia ha tenido a bien cruzar el charco para, por fin, pisar tierras españolas.

Y hemos aprovechado que La Marisoul , vocalista y líder de ascendencia mexicana que está al frente del combo californiano, y Pepe Carlos (acordeonista y requinto)nos han hecho un hueco antes de su show en Chicago, para ponernos al día del momento que atraviesa el grupo. Tras sus actuaciones en Boston, Washington y Nueva York, traerán su música de raíces a Madrid (Festival Río Babel, 1 de julio), O Grove (El Naútico, 2 de julio), Barcelona (Sidecar, 7 de julio) y Huesca (Festival Pirineos Sur, 8 de julio).

Pronto se cumplirán diez años de Treinta días, el disco que se llevó un Grammy al Mejor Álbum de Rock Latino y cuyo sonido se desmarcaba del resto que vinieron después. ¿Volveríais a hacer un disco en esta línea ahora?

Ahora mismo estamos más centrados en la música tradicional latinoamericana. Ten en cuenta que Pepe Carlos y yo nos conocimos tocando boleros en la adolescencia. Los músicos callejeros fueron nuestra escuela. Recuerdo que, con 15 años, mis papás no tenían los recursos para mandarme a la escuela para recibir clases de música, pero en cambio me ofrecieron la posibilidad de empezar a cantar con unos señores en el restaurante que ellos tenían dentro de un mercadito. Así es como nace La Santa Cecilia, ellos fueron quienes me enseñaron el repertorio de la música popular mexicana, aunque luego nosotros quisimos explorar y experimentar. Amamos la música en su máxima expresión, creo que por eso nuestros discos son tan variados.

A lo largo de todo este tiempo habéis trabajado con artistas tan dispares como Elvis Costello, Enrique Bunbury o Fito Paez. ¿Cómo surgieron estas colaboraciones?

Nosotros las vemos todas ellas como bendiciones. A Elvis Costello lo conocimos cuando vino a Los Ángeles, me invitó a subirme al escenario con él y posteriormente me invitó a participar en el disco (Wise up ghost) que grabó junto a The Roots. Para mí fue un honor, no me lo podía creer. Por eso luego le invitamos nosotros a colaborar en “Losing game”, rápidamente se convirtió en amigo mío y del resto de la banda. Y lo mismo puedo decirte de Bunbury o Fito Páez. Lo mejor de cuando conoces a estos grandes artistas, que tanto nos han inspirado, es que son más grandes aún como personas. Para nosotros, las colaboraciones tienen que ser algo que surge de corazón, no de una estrategia, debe haber una conexión.

 

El mezcal, los amigos y las copas están muy presentes en vuestras composiciones, ¿por qué son temas tan recurrentes?

Porque somos unos borrachos, bohemios y apasionados (risas). Es broma, creo que es porque todos los miembros de la banda guardamos esos recuerdos de celebrar en familia y de disfrutar de la música con nuestros padres. Mi papá, por ejemplo, solía compartir conmigo la música de José Feliciano, José José, Lucha Villa o Mercedes Sosa. Recuerdo perfectamente un día que, nada más llegar de la escuela, mi padre me dijo emocionado que tenía que escuchar “Alfonsina y el mar”. De alguna manera, las canciones que interpretamos en el nuevo trabajo fueron las canciones de las borracheras de nuestros padres. Luego se terminaron convirtiendo en las canciones de nuestras borracheras. Y todo esto de conectar y de compartir con los amigos es algo que echamos mucho de menos durante la pandemia, por eso quisimos celebrar estos 15 años reuniéndonos en el Valle de Guadalupe.

En la portada del disco aparecéis precisamente allí disfrutando de una fogata, pero ¿qué más estuvisteis haciendo durante esos tres días en medio de la nada?

La idea era grabar un disco en vivo y le propusimos a Sebastián Chris grabar en el Valle de Guadalupe, aprovechando que allí se encuentra la Finca Altozano de nuestro buen amigo Javier Plasencia, que es un gran chef. Se lo comentamos también a Carlos Pérez, nuestro documentalista, y también nos dijo que sí. Nos recibieron con unas comilonas deliciosas y eso es justo lo que necesita una buena bohemia: amigos, comida y un buen mezcal o vino.

Sois unos habituales de los Grammy, ¿qué importancia le dais a este tipo de reconocimientos?

Recuerdo una conversación que tuve con mi padre cuando era adolescente y tenía una banda de rock porque me regañó y me dijo que tenía que tocar música popular. A lo que yo le respondí: “Yo no soy ese tipo de cantante, voy a cantar lo que quiero y seguramente nunca me vas a escuchar en esas ondas ni vamos a ganar premios ni nada de eso”. (Risas) Así que imagínate su reacción cuando nos lo dieron. Era algo que no entraba en nuestros planes, pero a todo el mundo le hace feliz que la industria reconozca su trabajo.

Por último, quería preguntarte por tu proyecto paralelo con Los Texmaniacs. ¿Qué te ha aportado este chingón Corazones and canciones (2023)?

Fue muy padre porque me ha permitido indagar en otros géneros, como la música tejana, que es muy diferente a lo que nosotros tocamos. No tiene, por ejemplo, nada que ver con la norteña, por eso lo viví como una experiencia de aprendizaje con la que me divertí mucho. Ha sido como entrar a formar parte de otra familia, ellos me recibieron con mucho cariño y disfrutamos comiendo juntos,  compartiendo un tequilita o una chelita,… Grabamos todo en un estudio de Washington DC en una semana y fue una experiencia bien hermosa.

Texto: Jesús Rojas

 

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