La “cancelación” de Ryan Adams, junto a sus perennes altibajos personales, han conducido al exlíder de Whiskeytown a una espiral de productividad entre lo fascinante y lo agotador: es difícil seguirle el ritmo, pero uno siempre encuentra perlas en el barro. Devolver, regalado en septiembre del año pasado y su cuarto disco original de 2022 tras Chris, F.M. y Romeo & Juliet, es otra manifestación del Adams más expansivo, el que se debate entre el power-pop setentero y el rock de los ochenta. En ese sentido, su media hora pelada funciona mucho mejor que la de F.M., por la básica razón que funcionaban los clásicos a los que aspira imitar: tiene mejores canciones. Ahí están como muestra «Stare at the TV», un hit instantáneo que recuerda a lo mejor de Cheap Trick, «Marquee», que no desentonaría en el Tim de los Replacements, o «Too Bored to Run», una de las pocas veces que a Adams le ha salido bien imitar a U2. Canta en «Free Your Self» “no me gusta hacerme mayor / porque es como perder el control” y uno atisba una cierta sinceridad bajo los aspavientos roqueros del álbum. Morning Glory, por su parte, se une a las revisiones de Nebraska de Springsteen y Blood on the Tracks de Dylan pasando el ¿clásico? de Oasis por el filtro de las guitarras hipnagógicas y el sonido de radiocasete de Kurt Vile o Ariel Pink. Prescindible y sintético, pero aun así, uno puede disfrutar de los ambientes soñadores de «Some Might Say» o «Cast No Shadow» hasta que Adams publique algo nuevo. Es decir, hoy mismo.
HÉCTOR GARCÍA BARNÉS