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Temples – Lula Club (Madrid)

 

Tras una inquieta década de actividad y con su cuarto disco bajo el brazo, el recomendable Exotico, el cuarteto británico pisaba tierras hispanas presentando sus nuevas canciones. Tras su accidentado paso por el festival murciano Warm Up, marcado por una fuerte tormenta que obligó a suspender gran parte de la programación, al fin estrenaban sus nuevas creaciones, sin sobresaltos, al cobijo de la madrileña sala Lula. Un escenario cuyo aforo medio convirtió ésta en, probablemente, una de las últimas oportunidades de ver a los ingleses en un formato cercano, visto su crecimiento.

 

En estudio, Temples se dejan llevar, arropando las canciones con muchos arreglos, texturas y una escritura del sonido que tiende al prefabricado inteligente, siempre aupando la canción hacia su máxima expresión creativa y onírica. De ahí su sugerente sonido, facturado con mucho mimo y una búsqueda de la prístina ensoñación melódica. Los más escépticos, quizás le tilden de pop psicodélico de ascensor, por aquello de lo sintético de su sonido y el de, por citar alguna banda contemporánea que trabaje de similar forma sus canciones, Tame Impala.

De ahí que su pase en la céntrica sala capitalina, resultara una ocasión perfecta para evaluarles en las distancias cortas, al desnudo, sin contar con las infinitas posibilidades del estudio como comodín sobre el cual acomodar sus canciones. Y lo cierto es que inicialmente sonaron descafeinados. Por la irritante falta de decibelios, pero también por salir algo fríos. Nada, sin embargo, que el discurrir de los minutos no pudiera solucionar. Y si bien el inconveniente en cuanto a sonido se solucionó a medias, resultando demasiado cómodo comunicarse con el de al lado, fueron a más, soltándose y sonando más inspirados a medida que avanzaba su set.

Las canciones del nuevo álbum convencieron. Nos sorprendieron, resultando imaginativos y resolutivos a la hora de suplir los elementos más sobreproducidos del disco, especialmente gracias al buen hacer de un Adam Thomas Smith que alterna guitarras y teclados con prestancia. Bueno, y también merced de algún que otro pregrabado, bien empastado en el conjunto. La voz de James Bagshaw sonó tan frágil, aniñada y gratificante como en las grabaciones. No decepcionó, mostrándose además simpático y cercano.

Y en cuanto al repertorio, Exotico copó el grueso del mismo. «Oval Stones» sonó sugerente. Por otro lado, «Cicada», «Afterlife» o «Gamma Rays» pasan ya a formar parte de los imprescindibles del cuarteto. Grandes canciones pop que sumar su terna de hits. Y claro, no podían faltar «Paraphernalia», «Hot Motion» o el bis compuesto por «Mesmerise» y «Shelter Song», correspondientes a su debut. Todas ellas sonaron compactas y certeras (enorme trabajo el de Rens Ottink, a la sombra, aporreando los parches con clase), siendo coreadas y ampliamente celebradas.

Siguen creciendo y apuntando (más) alto, máxime a tenor de su juventud y, sobretodo, de su enorme acierto melódico, su amplia paleta de sabores pop sicodélicos e incluso su imagen, tan deudora del glam rock al que tanto deben. No pocas cualidades, que hacen de la suya una propuesta fresca y vibrante rebosante de melodías que se adhieren, soleadas, durante días.

 

Texto: Daniel González

Fotos: Salomé Sagüillo

 

 

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