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Ron Gallo – Sala Upload (Barcelona)

 

Una vez consigues subir a Montjuïc después de otro lunes de mierda cualquiera, te plantas por fin en las primeras filas de la Upload, y tras sonar las notas iniciales de la sofisticada propuesta de Ron Gallo tu piel te brinda de nuevo ese cosquilleo que da sentido a tu existencia, te das por pagado otra vez más incluso antes de haber acabado el primer tema. Sí señor. Qué más da tu vida, ese tiempo indeterminado que va corriendo entre concierto y concierto, y sus putos problemas.

Tras capear lluvias invisibles de un día de mayo extraño, en el que Barcelona andaba ocupada además en celebraciones futboleras -qué difícil todo, por Dios-, el vacío Poble Espanyol acogió la generosa entrada que el artista de Filadelfia logró congregar como otra fiesta que sumar a nuestra larga lista colectiva de desagravios postpandémicos. Y el telón rojo que da fondo al escenario de la sala puso la guinda, de lynchiano terciopelo, acogiendo con calidez al cuarteto tras haberse dejado adjetivar por el garage de la banda local Javi Javier.

Todo en orden pues, y mientras tanto, ahí abajo, el público, que en gran parte no conocía previamente a Gallo –entre ellos me hallo- pero había caído rápida y fácilmente en sus redes a través del streaming de su último álbum, Foreground Music (Kill Rock Stars, 2023) -ecléctico trabajo que suena fresco y actual-, recibió su directo con la sonrisa puesta.

Diversificado en ritmos y referencias, Gallo evoca a Kurt Vile en los bajos tempos y a Talking Heads cuando sus ritmos se aceleran de rabia geométrica. Y sus voces bombean ecos a The Fall con un megáfono parecido al de Mark E. Smith. Rock progresivo, Fran Zappa, lo que queráis, una multiplicidad melomaníaca. Hasta el espíritu de la airosa guitarra de Pat Metheny pareció colarse en un jazzístico interludio. Y los ritmos calenturientos de blanco vendido al r&b propios del contemporáneo Nick Waterhouse tiraron otro cabo desde el amplificador de Ron.

Pero lo mejor de todo fue percibir la maestría de un músico cuyo desarrollo rítmico parece querer acelerar hacia el registro festivo y el esfuerzo, pero que en realidad frena y equilibra el sonido –sin dejar caer ni una gota de sudor- para controlar al personal y que no baile, sino escuche con atención su propuesta artística. Muy bien chaval, nos metiste a todos en tu bolsillo: un buen puñado de barceloneses aman a alguien profundamente enterrado en ti.

Texto: Pacus González Centeno
Fotos: Marina Tomás

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