Paul Zinnard lo ha vuelto a hacer. Y van…No tiene disco malo, y ahí sigue parapetado como uno de los grandes secretos de la música patria con miradas al exterior. Porque está claro que el origen de las canciones de Zinnard está fuera. Un músicos como Tom Petty, Elvis Costello o Big Star. Y Carlos Oliver, el hombre tras el personaje, explota esas influencias disco a disco hasta mimetizarse con ellas. Acompañado de nuevo por Patricia DeVelasco a la guitarra, Willie B. Planas en el órgano y piano y Cristian Chiloé a las baterías, anuncia además que con este trabajo cierra la trilogía iniciada por Trance (2021) y continuada por Formula H (2022). Veremos qué nos depara el futuro de este proyecto y hacia donde dirige ahora sus miradas, aunque su legado momentáneo es otro puñado de buenas canciones. Redondas. Certeras. Suaves pero intensas. Incluso acercándose a sonidos menos habituales o más arenosos (¿quién no piensa en Drive-By Truckers al oír «Straighter Road»?). Aunque los citados Petty y Costello son los que marcan el camino. No son mal faro para un artista de los que te enganchan y sigues con placer.
Eduardo Izquierdo
