Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.
El sufrimiento y el dolor extremo de la esclavitud, los largos años de discriminación racial y, en general, todas las ofensas a las que ha debido enfrentarse la población afroamericana han marcado profundamente la historia del blues. Son parte indivisible de su esencia y también una de las causas fundamentales de su arraigo entre la población y de su evolución musical. La historia de Skylar Rogers encaja como anillo al dedo dentro de esos parámetros, su vida es una constante carrera de obstáculos en busca de llegar a la meta y poder, por fin, descansar. Buena parte de la existencia de Rogers ha estado llena de amargura y dolor antes de convertirse en la persona que es actualmente.
La de Chicago sintió la llamada de la música desde su infancia, aspiraciones que se vieron truncadas cuando la largaron del coro de la iglesia, diciéndole que no tenía ningún tipo de talento que justificara su continuidad. A partir de ahí casi todo va cuesta abajo, fracasos amorosos con varios divorcios, la tragedia de perder a un hijo, saltar de trabajo precario en trabajo precario, alistarse en el ejército, vivir durante algún tiempo en las calles, sobrevivir de milagro a una neumonía galopante y, para colmo, ser diagnosticada de una enfermedad autoinmune. Lo suficiente para replantearse las cosas, dar un golpe en la mesa y decidir empezar de nuevo.
Se traslada a Memphis y se sumerge en la rica escena musical de la ciudad, abrazada a su voz como herramienta de redención, pronto consigue actuaciones labrándose un modesto nombre en los clubes locales, empieza a telonear a nombres reconocidos y entra en el estudio para dar forma a su estreno plastificado, un EP titulado Insecurities (2018), que le sirve de plataforma y acicate para poder profesionalizarse. Pero es su primer larga duración, Firebreather (2021) y especialmente la canción «Like Father Like Daughter» la que consigue captar definitivamente la atención de industria y público. Por ese trabajo es nominada a varios galardones, incluyendo los Blues Awards y los Grammy como mejor álbum de blues contemporáneo, consolidando su estatus como vocalista y compositora.
Para Among The Insanity (Blue Heart, 2023) ha reunido a un equipo de colaboradores de verdadero lujo, Terry Wilson se encarga de la producción y del bajo, Brannen Tempel a la batería, Bennett Salvay (teclados), Darrel Leonard a los vientos, Teresa James a los coros y un par de guitarristas con el suficiente currículo para que no se pueda dudar de ellos, Billy Watts y el veterano Snuffy Walden (Stray Dogs entre otras muchas cosas) que la arropan tirando de elegancia y matices cuando el tema lo requiere o bien pisando el acelerador en el instante adecuado.
Skylar sabe cocinar a fuego lento, controlando las subidas y manteniendo la atención del oyente gracias al buen hacer de sus cuerdas vocales. Bien en los tiempos medios, «Love in The Left Lane», «Ride That Lightning», mostrando su faceta más soul, «One Last Kiss», «The Water», tirando de rock musculoso con fornidas guitarras, «Step Up», «Blame It On Rock & Roll», «Both Sides Of The Tale», entonando el blues, «Femininity», o brillando con luz propia en las baladas. Su capacidad para transmitir sentimientos con su forma de cantar encuentra el acomodo perfecto en los tiempos más calmados. Composiciones en que el piano toma el protagonismo amparando su garganta («When I’s Broken», «Between Friends») o en la preciosa «Apology Not Accepted» que pone el punto final a la grabación.
Manel Celeiro