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The Teskey Brothers – Centro Cultural de Belém (Lisboa)

 

 

Sentí la necesidad de viajar a Manchester justo un mes antes de que el mundo empezara a irse a la mierda por culpa de la pandemia. El motivo era un concierto de los Teskey Brothers, que habían grabado mi disco favorito de 2019, Run Home Slow. Salí de la sala con la sensación de haber visto algo mágico; lo más cerca que nunca estaré de ver actuar a Otis Redding, o Wilson Pickett, junto a Duane Allman.

Por eso no debería extrañar a nadie que me haya acercado sin pestañear al Centro Cultural de Belém, un magnífico teatro con una acústica espectacular y que, además, nos ofreció un juego de luces elegante y sobrio; aunque, obviamente, a cambio hubiera que disfrutar del concierto sentado. Daba igual, no estaba dispuesto a dejar pasar la posibilidad de disfrutar de la mejor banda de soul del momento; aunque quizá fuera decir más apropiado referirnos al “dúo”, puesto que los hermanos Teskey —tras romper con su base rítmica de toda la vida— han reclutado a seis músicos: bajo y batería, dos mujeres al cargo de trompeta y saxo, y además… ¡dos teclistas! Se disparaban las alarmas: ¿tratarían de lanzar desde un sintetizador los elegantes arreglos de cuerda de algunas de sus canciones?

Afortunadamente no fue así y simplemente las acercaron aún más al legado de Stax y Muscle Shoals, con la omnipresencia del Hammond (con un inevitable aroma a Sponner Oldham y Booker T. Jones), discretamente complementada por el otro, que también ejercía de percusionista. Se sucedieron las composiciones de su aclamado y galardonado Run Home Slow con las del inminente The Winding Way y —pese a no moverse más de un palmo de los pies de micro y con el resto de los músicos en la penumbra y un discreto segundo plano— me atrevería a decir que lograron emocionar a todos y cada uno de los asistentes, que permanecieron mudos en los momentos en los que Josh jugó con los silencios y lució la capacidad de su poderosa garganta, incluso sin micrófono.

El aroma a soul sureño se mantuvo durante todo el recital, aunque hubo algún guiño al blues de su primer disco —con la guitarra y harmónica batiéndose en intenso duelo— y en los tres minutos del solo de «Paint My Heart», donde David Gilmour poseyó al virtuoso Sam Teskey y creímos ser teletransportados a Pompeya. La guinda, como siempre, fue el estremecedor «Hold Me», con el público en pie y enfervorecido, dando palmas, cantando y rompiendo el férreo protocolo del teatro para bailar en las primeras filas. Os recomiendo que echéis un ojo en YouTube a su reciente actuación en París… ¡Tocaréis el cielo!

 

Texto: J.F. León

 

 

 

 

 

 

Texto: J.F. León

 

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