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Ginebras – Let’s Festival / Salamandra (L’Hospitalet, Bcn)

 

Lleno absoluto para presenciar el estreno de la gira de Ginebras con motivo de presentación de su reciente ¿Quién es Billie Max? Se calentaría antes el público con los igualmente celebrados Anabel Lee, la banda de Terrassa que bajo el lema ni indie ni punk recorrería su elepé homónimo además de singles posteriores como «Roma caerá» o «Natural para Vogue».

Naturales se mostraban precisamente estos cuatro chavales, repartiendo caña directa y sincera, situándose con inteligencia en la esfera de bandas como Carolina Durante, pero en busca de su espacio propio. No aparecerán en las revistas de moda, pero desprenden personalidad desacomplejada suficiente para dar con un público adepto que, aunque no mayoritario, les será fiel hasta la sepultura. A sus espaldas, aguardaba la montaña rusa de atrezzo, pero también de emociones, que estaba por venir.

Ataviadas con colorida estampa, Ginebras saltaban sobre el escenario entre vítores y aplausos, que corresponderían arrancando con «Alex Turner» y una primera de tantas y sorprendentes lluvias de confeti. Su intención se presupone clara de inmediato: ofrecer una fiesta de pop-rock repleta de himnos instantáneos y melodías pegadizas, imposibles de quitar al menos durante las siguientes noches de nuestra vida. «Billie Max» da pie al primer discurso de agradecimiento; se las percibe felices e ilusionadas por el momento que están viviendo, e inmensamente agradecidas a quienes habían llenado la sala por sus canciones (y por ellas mismas).

Derrochan tanta naturalidad como simpatía en lo personal y humano, sin desmerecerse dotadas de ritmo y talento en la esfera de lo musical. Arriban los primeros sujetadores arrojados al escenario mientras nos cuentan las ventajas y virtudes de estar «En bolas» en la cocina. Celebran la ya clásica «Crystal Fighters». Más confeti que llene los vasos de cerveza, por favor. Coloridas cabelleras para repasar las «Cosas moradas» y los porqués y cómos de un «Lunes negro». Son chicas armadas con canciones y guitarras, pero que perrean «Con altura» y se sinceran con psicólogos que tratan la «Ansiedad» como más debería haberlos en la sanidad pública. Pero por encima de todo, se deben a su público recordando sus días en «Abbey Road». Cuando suena «Rapapá» ya es más difícil acercarse a la barra a por otra cerveza que arrancarse a bailar. Más sujetadores al escenario, alguna camiseta personalizada, mensajes escritos en cartulinas y pantallazos del teléfono móvil pidiéndoles felicitar a su amiga. Ginebras se prestan a todo y el contador del amor que llena la sala sigue aumentando. Pronto resucitan a Elvis y antes de que termine la fiesta, tod@s junt@s se acuerdan de la «Típica canción de ayer». Es un hasta luego, o un hasta pronto, o un no te vayas por favor susurrado al oído en un abrazo que quisieras durara para siempre. Sea como fuera, la fiesta termina como empezó, despertando sonrisas que, de nuevo, resultarán imposibles de quitar al menos durante los siguientes días de nuestra vida.

 

Texto y fotos: Borja Figuerola

 

 

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