Encuentros

Nico Roig y el folclore especulativo

 

Foto Lucía Fumero

 Tipo inquieto donde los haya, Roig va construyendo una muy personal obra discográfica y realiza conciertos singulares siempre sorprendentes. Cuenta con nuevo álbum que rompe con esquemas anteriores, y él mismo nos cuenta sus interioridades y sus intenciones.

Tu nuevo disco se titula Esto Frío no Vale Nada. Últimamente toda la música se enfría muy rápidamente, con una rotación brutal y un ritmo de publicación de locura… ¿recomendación para que tu álbum se deguste todavía caliente?

Pues supongo que los discos, cuando te gustan, ya se recalientan solos cuando le das al play. Y si no pasa, será que no es tu disco. Al menos por ahora. Pero la gran cantidad de oferta actual hace que, si en una primera escucha no te atrapa algo, raramente le des otra oportunidad. No sé decir si eso es bueno o malo, pero parece que cada vez es más largo el tiempo de producción que el tiempo de vida de un disco.

Eso es frustrante. Todo un disco igual es más complicado, pero confío que al menos alguna canción sí va a tener una vida más larga.

Se te llegó a colocar la etiqueta (malditas etiquetas) de músico cercano al rock progresivo. Es cierto que te gusta experimentar y no encasillarte. Pero sorprende la orientación tan claramente mediterránea de tus nuevas canciones. Temas como “La pena” o “Si la vida fuera solo eso” recuerdan poderosamente a los entrañables sonidos que ofreció Pep Laguarda en su ya clásico Brossa d’Ahir

Me gusta explorar distintos estilos. Cada disco es como una playlist que me hago y que me acompaña en el momento personal en el que estoy. Eso incluye la gente con la que me veo, me relaciono, y también los músicos con los que me rodeo. Lo que estoy haciendo en este disco podría algo así como «Folclore especulativo». Con el auge del folclore que está habiendo ahora y con las pocas raíces que tengo yo en ese sentido me preguntaba cuál sería mi conexión con mi cultura, con el pasado musical de mi tierra. Es bastante nulo y por eso quería escarbar en mi memoria.

Resulta que tengo una relación bastante desperdigada con las raíces. Y como la imaginación se genera en la misma parte del cerebro que la memoria, cuando no recuerdas algo el cerebro se lo inventa. Cuando eso se aplica a la creación salen híbridos. Un poco la forma como la famosa AI te generará «un baile con aires africanos que pase volando como un cóndor hasta meterse en las patas de un grupo de hormigas xalapeñas», no sé. Salen muchas cosas así. «La pena» es claramente un villancico. Tuve que jugar con los arreglos para que no pareciera el “Noche de paz”.

Aunque siempre me ha fascinado esa canción y cuadra mucho en la intención del disco que saque la cabeza por ahí. Es mi infancia también. «Si la vida…» me salió como si ya existiera. Me parece tan alegre y bien intencionada que pensaba «Ojalá todo fuera así de bonito siempre». Aleix Tobias le dió mucha fuerza con esas percusiones ibéricas. Cada canción tiene su historia.

Otorgas un protagonismo destacado a la voz femenina, ya sea prácticamente como solista, caso de la interpretación de Silvia Pérez Cruz en “El dit petit del mon”, o en armonía con tu interpretación vocal junto a Lucia Fumero y Rita Payés… ¿Cómo surgieron estas colaboraciones, y como las planteaste? ¿Compusiste pensando en ello o surgió luego?

Siempre hago los discos en función de los músicos que me rodean en aquél momento y este sale de Las Rancheras Maravillosas, un grupo que hicimos para cantar rancheras y boleros con Lucía Fumero, Rita Payés y Pol Batlle en época de postpandemia, donde lo que queríamos era ir por la naturaleza a cantar y conocer gente. Recorrimos lugares preciosos de Cataluña y cada uno traía sus canciones para cantarlas juntos. Y así de simple, empecé a hacer este repertorio. Fue muy natural que se apuntaran a hacer coros.

Lucía Fumero está en prácticamente todo el disco, tocando y cantando. Le ha dado mucha profundidad al directo también, junto a Didak Fernandez (percusión). La última canción del disco «Del amor» es una canción suya que terminamos entre los dos. Con Silvia nos conocemos desde hace muchos años. Le pregunté si quería poner letra a una música que tenia. La hizo del tirón. Me la iba cantando por mensajes. Al final fue obvio que tenía que cantarla ella y así fue. Casi toda, además. Igual que la canción de Lucia, donde ella tiene la voz principal. Tiendo a las voces agudas para componer y Alessio Arena me parece una voz masculina preciosa y muy aguda. Perfecta para la canción que canta. Nunca había hecho un disco con colaboraciones, tienen que tener mucho sentido para mi. Pero también creo que estas canciones lo permiten más.

Tus conciertos en formato 360º fueron especialmente impactantes a nivel de concepción y disposición escénica… ¿qué puedes contarnos de ellos? 

Siempre a muerte con el formato 360 Binaural. Y quiero explotarlo más, mucho más. Yo digo que sí a los auriculares y vivir al artista tan de cerca que a veces lloras sin saber por qué. O ríes. Cualquier detalle o emoción está amplificada. Es rarisísimo y espectacular. También es un buen tinglado eso sí.

Tengo la sensación de que cuentas con una buena acogida en Catalunya, pero que sigues siendo eminentemente desconocido en el resto del Estado. ¿Estás de acuerdo? ¿Algún plan para que un mayor número de paisanos contacte con el disco recién cocinado? ¿Cómo tienes previsto presentar tus nuevas canciones?

Soy una eminencia de lo desconocido. ¡Un artista muy importante en ese sector! Yo mismo me descubrí hace nada (risas). Ahora me está empezando a conocer un poco  más de gente por el cambio de idioma. Yo soy mitad aragonés y media familia mía de pronto se ha puesto a escucharme. Incluso me han pedido los derechos para una película en México. Todo un giro de guión para mi.

Por último, ¿en qué has cambiado como músico y compositor desde que se empezó a conocer, colaborando con otros tipos inquietos como Pau Vallvé?

Me siento más libre. Y más dispuesto a alegrar una sobremesa que a deprimir a todos con las profundidades de la psique humana.

 

Texto: Alfred Crespo

 

 

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