En 1678 vio la luz una de las obras de ficción teológica más importantes de la literatura inglesa, una alegoría cristiana escrita por John Bunyan titulada The Pilgrim’s Progress. Un trabajo cuya impronta en la cultura anglosajona resulta indiscutible, especialmente en la literatura: de clásicos como Twain, Dickens, Hawthorne, Charlotte Brontë, C. S. Lewis o Steinbeck a referencias más actuales, caso de Kurt Vonnegut o Alan Moore. Pero no solo en el mundo de las letras puede detectarse su influencia, ya que existen no pocos ejemplos en la música popular, en general y el rock en particular. Y más en particular, en el rock progresivo. Canciones tituladas como el libro -Procol Harum, Greenslade- o álbumes enteros como el The Similitude of a Dream de la Neal Morse Band tienen ahora una continuación con el nuevo disco de Peter Gee, bajista de Pendragon. Pilgrim es una nueva aproximación temática a las peripecias de Christian, el protagonista, en su viaje desde la Ciudad de la Destrucción, hasta la Ciudad Celestial.
Un trabajo conceptual que no extrañará a quien ya sepa de las creencias religiosas de Gee -su discografía en solitario da pistas más que suficientes- ni sorprenderá por su calidad, a la que nos tiene (mal)acostumbrados. Trabajando junto a su fiel colaborador, el batería de Jadis Steve Christey, y contando en el reparto de voces con Steve Thorne, Jimmy Flanders, Becky Brannigan y Hayley Oliver, el resultado ha sido otra pequeña maravilla que añadir a su currículum. Un disco de progresivo neoclásico de disfrute instantáneo. Veinte canciones en apenas setenta minutos que, la verdad sea dicha, se llegan a hacer cortos incluso. Las punzantes guitarras de «The Wicket Gate» y «The River of Death», la suavidad acústica de «Enchanted Ground» y «Faithful» o la ominosa oscuridad en «The Destroyer» o «Valley of The Shadow Of Death» son ejemplo de la variedad de este Pilgrim, posiblemente una de las cumbres de Peter Gee en su discreta -y a la vez interesantísima- trayectoria paralela a la banda de su vida.
Eloy Pérez