Discomático

Heavy Metal Kids – The albums 1974-1976 (Cherry Red Records)

 

 

 

«En algún lugar, en un universo paralelo, Heavy Metal Kids han despachado 100 millones de copias. Tal es su fama que hay planetas que llevan su nombre, se han levantado estatuas en honor de cada uno de los miembros de la banda en los lugares más emblemáticos de cada ciudad y los legisladores de las naciones civilizadas han obligado a que cada individuo tenga, al menos, una copia de sus discos en sus respectivos hogares».

 

Las palabras son de Dave Ling, uno de los últimos grandes escribas de rock en Inglaterra tras las tristes perdidas de Malcolm Dome y Peter Makowski. Dave es el encargado de escribir las líneas interiores del libreto que acompaña a este cofre, en el que se hallan los tres discos clásicos de Heavy Metal Kids de los setenta con Gary Holton al frente. Porque sí, la banda volvió años más tarde, gira de tanto en tanto, pero ese es otro capítulo, ramplón e innecesario. Los HMK, los que importan, son estos. Punto. A lo que íbamos, ese primer párrafo bien podría ser acuñado para cualquier banda especial e influyente pero que se haya quedado a las puertas de la gloria y la fama: King’s X, Spirit, Enuff Z’ Nuff, Drivin’ N’ Cryin’… La lista sería eterna, pero sí, los Heavy Metal Kids estarían entre los más importantes de ella.

Lo que hacía de HMK algo tan único es ese hibrido entre la teatralidad de la tradición más puramente británica, una actitud que ligaba más con los primeros punks y unas canciones directas y puras que tenían base en el rock más primigenio, aún y cuando sus integrantes eran todos ejecutores anclados en los cánones de los setenta. «Led Zeppelin, Deep Purple y Uriah Heep, todas eran bandas más grandes que la nuestra. Y luego estaba el pub rock con Be Bop Deluxe. Nosotros estábamos justo en el medio», recuerda el teclista Danny Peyronel, teclista de los Kids en sus dos primeras obras. Es una buena observación, aunque yo les siento entre Nazareth y la Sensational  Alex Harvey Band, por los motivos que apuntaba arriba.

 

En cualquier caso, esta colección presenta 3 cd’s, uno por cada disco, con el añadido de singles de la época y varios descartes, ahí el interés real para los que ya teníamos sus discos. El primer álbum, Heavy Metal Kids, que en su día fue el primer álbum lanzado por la división inglesa de Atlantic Records, presenta todos los distintivos de la banda: la garra, el temperamento, el sentido del humor y el descaro de Holton… Pero quizás, en cuanto a canciones, sea el menos trascendental de los tres discos.

Tiene «We Gotta Go», una especie de himno tardío glam, «Nature Of My Game», en el que Holton se corona como una rara avis en 1974, una criatura única, esencial… Y «Rock ‘N’ Roll Man», siete largos minutos de pomposidad bien estructurada que les situaba en un nivel en el que solo podían competir contra sí mismos. En este caso hay cuatro cortes adicionales, siendo tres de ellos totalmente inéditos hasta ahora. No hubieran desentonado en el álbum original, sobre todo «Run Run Run».

Anvil Chorus sí es un disco redondo, descarado, ingenioso y dinámico. La banda está más centrada en las composiciones y Holton raya a un nivel top. «Hard At The Top», «The Cops Are Coming», «Old Time Boogie», «Blue Eyed Boy» el éxito que nunca lo fue… Quizás fue la producción de Andy Johns, quizás la rabia contenida por no haber logrado movilizar a nadie con el álbum anterior. Daba igual que hubieran reducido su nombre a The Kids (por orden de Atlantic), seguían siendo un ente único. Se incluyen dos cortes adicionales.

Kitsch fue el disco final, a su vez el disco con el que el productor Mickie Most (Suzi Quatro, Animals, Arrows…) quiso finiquitar su carrera: «Ya que va a ser mi última obra, que sea gigante». No fue lo último que hizo Mickey, pero el disco fue grande, muy grande, aunque con escasa repercusión en el mercado. ¿Optima diferencia? La entrada del teclista John Sinclair en lugar de Peyronel. Él le dio una grandilocuencia a la banda, apoyado por Holton e inspirado en él, que algunos de los miembros de la banda aborrecieron, pero que a mí entender les hizo mejores si cabe.

En esencia seguían siendo la misma banda malcarada, que tocaba con urgencia, pero ahora había una teatralidad impuesta que les sentaba como a un guante, especialmente a un cantante tan estridente como Holton. El material habla por sí mismo: «Chelsea Kids», «Jackie The Lad», «From Heaven To Hell And Back Again», «She’s No Angel» (la misma que Michael Monroe versionó no una, sino dos veces en sus primeros trabajos solistas), la cruda «Cry For Me», «Jackie The Lad», otro retazo glam tardío … Es un disco mastodóntico, un clásico atemporal, y el mejor disco que hicieron jamás. Incluye cinco cortes adicionales.

 

Enorme cofre, en definitiva, porque manifiesta la grandeza de una banda olvidada pero del todo influyente. Si hubiera incluido algún directo el gozo hubiera sido máximo, pero es posible que lo que existe no sea de una gran calidad de sonido o pertenezca a Atlantic. A saber. En cualquier caso, volver a oír estas tres obras en el orden en que fueron publicadas es motivo suficiente para una celebración continua. Los Kids han vuelto a la ciudad en forma de cofre.

 

Texto: Sergio Martos

 

 

 

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