No han olvidado España en su gira «40 aniversario», y no es para menos. La banda aneglina siempre ha sido bien recibida y la interacción con su audiencia ha sido brutal. Repasamos brevemente algunos aspectos de su carrera que aportan una idea de lo que nos vamos a encontrar. Puedes encontrar más info y venta de entradas en:
https://www.madnesslive.es/es/pagina/99-gira-mundial-wasp-40-aniversario
“Follo como una bestia (soy un animal)”, “Tío chungo”, “Cowboys de cocaína”, “No llores, solo chupa”… Los títulos de las perlitas que Blackie Lawless ha aportado a la historia del rock and roll deberían ser razón suficiente para hacer que te pongas las mallas y las botas de chúpame la punta para ver cómo celebra el 40 aniversario de su banda en su gira española… pero vayamos un pelín más allá.
Lawless lleva toda su vida cultivando su imagen de salvaje. Pantalones con agujeros para lucir las cachetas del culo, sierras radiales en el paquete, piños ensangrentados, melenas electrizadas… W.A.S.P. llevaron el look del metal angelino de mediados de los 80 cien pasos más allá, pero, a diferencia de sus vecinos, lo hicieron respaldados por una traca de discos que vomitan bombásticas salvajadas ultrarrocanroleras de cruda factura e insultante rima.
Acompañado por su, en aquella época, inseparable Chris Holmes, Blackie Lawless supo inyectar su devoción por los Who (versioneó “The Real Me”), Uriah Heep (versioneó “Easy Living”) o el Rythm & Blues (versioneó “I Don’t Need No Doctor”) en un tanque de canciones que, regadas con alcohol, sodomía, gula y ocultismo, heredan de los clásicos el gusto por la jarana dañina, el escándalo, el riff y el grito descarnado (el “quejío” de los heavies). “Blind In Texas”, “On Your Knees”, “Chainsaw Charlie”… el groove y ese toque Slade que tiene su garganta profunda, colocan el hedonista cancionero de Blackie a un nivel que trasciende el gusto por la horterada. ¿La clave del asunto? W.A.S.P. son tronchantes, pero las canciones te disparan tanto las feromonas que terminas flipando con todo, con las portadas, con sus pintazas, con sus entrevistas…
Penelope Spheeris concentró la segunda parte de su indispensable The Decline of Western Civilization en la explosión glam-metalera de Los Ángeles. El documental, saturado de medianías musicales, pelos torrenciales, empanadas faciales cubiertas de maquillaje y delirantes chavales en la parra, retrata la escena con un desfile de invitados entre los que destacan dos macarras por su fálico carisma: Lemmy y Chris Holmes. La entrevista con Holmes, sentado en un sillón hinchable que flota, rodeado de botellas de vodka en una piscina, es un clásico del cine documental. “Soy un pedazo de mierda. Me lo curro mucho para serlo y soy un pedazo de mierda”. Con estas palabras resume Holmes, beodo perdido y delante de su santa madre, lo que significa para él haberse convertido en una rock star. Y con esas palabras se resume también el nihilismo juvenil del que W.A.S.P. hicieron bandera durante un apogeo que, nos han jodío, terminó pasándoles factura.
Mientras Holmes se iba, volvía y se volvía a ir del grupo, la banda pasó por más cambios de formación que Spinal Tap en una chem sex party. Pero el rumbo siguió siendo el mismo. Adicto al griterío y a lo pendenciero, a poder quejarse de todo desde el altavoz del escandaloso metal que practica, Blackie ha continuado sacando discos hasta el día de hoy, desvelando, en breves ráfagas que se cuelan entre el ruido, que, además de ser un salvaje, también le da el cerebro como para, por ejemplo, destripar a la administración Bush. No, no es Federico García Lorca, ni falta que le hace, pero las plumas que llevaba en los 80 eran un homenaje a sus raíces indoamericanas, y la mayoría de sus canciones son un homenaje, hormonado y chuzo, al rock and roll que tantísimo os gusta a todos. Lawless terminó la gira de los New York Dolls cuando se quedaron sin Johnny Thunders, y grabó un E.P. bajo la marca Killer Kane Band junto a su bajista, Arthur Kane. El menda tiene pedigrí y sabía lo que se hacía cuando montó este cirio. Eso desvela que hay algo más allá detrás del personaje, desvela que detrás de W.A.S.P. hay una concepción, aberrada pero muy meditada, del rock como diversión, como exageración, como ofensa que libera. Semejante axioma está hoy en peligro de extinción. Y por eso merece la pena que vayas a verlos, privando como si no hubiera mañana, hasta conducir el autobús de porcelana.
Texto: Rafa Suñén