Son las 7:30 am de un frío miércoles en Albacete, mi pareja se ha ido pronto a trabajar y yo, en lugar de quedarme un rato más en la cama, me he levantado con unas ganas locas de escribir unas pocas líneas sobre lo que vimos anoche, un portento del rock, McKinley James.
Hace mucho tiempo que no escribo ninguna crónica, hubo un tiempo en el que me dio por ahí, pero como tantas cosas, lo dejé, sin embargo hoy me apetece especialmente y la culpa la tienen el bueno de McKinley, su padre y Jorge, alma mater de EL HOMBRE MUSIC, quién hizo posible, entre otros muchos conciertos, el bolazo de anoche.
Hacía mucho tiempo que no iba por el Auditorio Municipal de Albacete a ver conciertos y, en el último mes he ido dos veces por culpa de EL HOMBRE MUSIC, y la verdad es que es muy acertado para según que tipo de conciertos, tiene una acústica que, aunque a veces puede ser difícil, con unas buenas manos y oídos en la mesa, el sonido es apabullante, y anoche estaba Juanan (Baboon Records), quién lo hizo posible, acompañado a las luces por Jorge Manuel Elbal (JEG), quién consiguio una puesta en escena sobria, con los puntos de lus claves para el set dispuesto.
El concierto empezó con tan solo 5 minutos de retraso, los cinco minutos de cortesía para los rezagados. Salieron a escena McKinley James, ataviado con pantalón, botas, camiseta, chupa y gafas negras (puro rock and roll) y su padre, Jason Smay, también de negro. Para los que os suene el nombre del padre del chaval, y para los que no, también, sepáis que es un portento a las baquetas, ha tocado con gente de la talla de JD McPherson o Straitjackets, lleva toda su vida haciendo ruido, haciendo rock, y con un set supersencillo (bombo gigantesco, caja, tom, tom base, hit-hat y un plato), no podéis imaginaros la cantidad de sonidos diferentes que ese barbudo es capaz de sacar, es una de las cosas que más me sorprendió anoche, sin duda, el complemento perfecto para la música de Mckinley.
Empezaron el set con varios rocks and rolles en medio tiempo marca de la casa, Mckinley sin parar de mascar chicle y con una soltura en el escenario digna de cualquier rock and roll star, calentando la voz poco a poco para, al cabo de 4 o 5 temas, sentirse al 100% y demostrar de lo que es capaz, no solo toca la guitarra como los ángeles, también tiene una voz celestial, sin el mayor registro del mundo, pero como la maneja, saca tono y potencia cuando es necesario, se ríe y hace muecas cuando sabe que lo está bordando, es bueno, y lo sabe.
Quién solo los haya escuchado en disco, como es mi caso, tal vez se puede sorprender al ver la formación en dúo y pensar que va a echar en falta las teclas y/o un bajo que de presencia al directo, pero puedo asegurar que, aunque todo suma, no se echan en falta. Como he dicho antes, el bombo que lleva Jason Smay es gigantesco y sabe muy bien donde y como darle, llena las canciones sin grandes florituras, pero con detalles incuestionables, subidas y bajadas donde y como deben ser y, ¿Cómo es posible sacar tantos sonidos diferentes de un solo plato?
El rock and roll subió como la espuma a lo largo de la hora y media larga de concierto y McKinley se fue viniendo arriba conforme avanzaba el bolo, demostró que tiene un técnica depuradísima a la guitarra tocando con dedos, púa, thumbpick (pua de pulgar), tirando de twang y de lo que haga falta, hizo sonar su Gibson ES-335 de una manera espectacular, porque además, solo la cambió por una stratocaster para una canción, para todo el resto del set utilizó su preciosa y flamante Gibson dorada.
Fue una gran velada, el público lo demostró con sus enormes ovaciones y se fundió en elogios a la salida, sin duda, todo un acierto y recomendable al 100%.
Texto: Horacio Molina (Tordo Pinchadiscos)
Fotos: María Azaña
