Tras varias y detenidas escuchas la nueva incursión discográfica del cantante Luis Blanco se podría definir con sólo dos términos; suicidio comercial. Y es que publicar a estas alturas del nuevo milenio un ejercicio de estilo que mezcla jazz rock y hard rock en clave conceptual, y que lleve la contraria al discurso oficial pandémico es pelear absolutamente a la contra en un mundo como el actual. ¿Es esto reprochable? Para nada, el vocalista y sus Ángeles Negros muestran esa actitud punk rock de hago lo que me peta y digo lo que me apetece usando su pleno derecho a la libertad de expresión. Para los que no conozcan para nada al cantante que encabeza el disco, decir que lleva muchos años de oficio a sus espaldas, primero como vocalista de los extintos Perfect Strangers (tributo a Deep Purple) y posteriormente con infinidad de proyectos donde prima la improvisación y los temas propios e ingentes giras por Europa acompañando incluso al batería púrpura Ian Paice. Y entrando ya en materia musical decir que este disco está enfocado a todo aquel que haya disfrutado con combos como Return To Forever, el progresivo más contumaz o la Ian Gillan Band de discos como Scarabus o Clear Air Turbulence. Incluso la furia de Luis Blanco al encarar las canciones nos puede hacer pensar en el Gillan de la época Glory Road. Además esta colección de canciones tiene la virtud de hacer un todo sin fisuras y de difícil separación de canciones, una especie de ente que tiene que ser escuchado en su totalidad donde todo encaja a la perfección y nada tiene sentido fuera de él. Desde la progresiva apertura basada en Richard Strauss, nos topamos con desvaríos jazzísticos, improvisación, ramalazos hardrockeros que recuerdan a los Uriah Heep menos ligeros e incluso algo de funk con ese piano eléctrico tan a la «Superstitious». Y por supuesto todo este ecléctico conglomerado no hubiera llegado a buen puerto si no hubiera sido por esos The Black Angels, una banda que mezcla veteranía y juventud que saben hacer que todo suene gozoso y coherente. Y la guinda a todo esto por supuesto la tenía que poner el ilustrador favorito de esta Ruta; Joaquín Ladrón. Que le da carátula a esta epopeya con una de sus nada amables pero fascinantes ilustraciones y con distópico cómic incluido dentro del esplendoroso vinilo. Una rara avis esta aventura de Luis Blanco y sus The Black Angels, que requiere tiempo y mente desprejuiciada, pero que ofrece satisfacción garantizada.
XAVI MARTÍNEZ
