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Blues en la encrucijada: Ralph Beeby & The Elephant Collective, a golpe de guadaña

Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.

“Este es de los tuyos”. Edu Izquierdo, amigo y colega en estas páginas, conoce mis gustos musicales casi mejor que yo mismo. Por eso cuando recibí un mensaje suyo con un enlace a Magnolia Smoke, el último disco de Ralph Beeby y su colectivo paquidérmico junto a esa aseveración, aparqué los ladrillos progresivos por un rato y me centré en averiguar de qué iba el tema. Atrapado desde la primera canción, investigando en su material precedente, la cosa se quedaba corta para una simple reseña del disco. Y siendo lo que escuchaba una clarísima -y más que interesante- actualización del folk blues de toda la vida, buscarle hueco en esta sección estaba cantado. Más cuando, entrando en su página, me topé con esta declaración de principios: “Algunas personas conservarían el blues como una pieza de museo: felices de seguir sacando a relucir los mismos acordes, los mismos tres o cuatro ritmos, los mismos clichés trillados. Ralph Beeby tiene la misión de hacer lo contrario: experimentar con nuevos elementos, insuflar un poco de aire fresco en los pulmones del género y seguir forzando los límites de lo que el blues puede ser”.

Bodies Back to Crow (Mönchsgeier) | Ralph Beeby and the Elephant CollectiveVayamos pues al principio, según mis notas. Bajista en incontables formaciones durante más de diez años, Beeby tomó finalmente la decisión de establecerse por su cuenta. Pertrechado con la música del Delta y la imaginería sureña, y armado con tan solo una acústica, su carta de presentación en 2018 -un EP de cinco temas muy adecuadamente titulado titulado First Light– ya presenta a un artista tan deudor de la tradición como personal en su planteamiento. Los acústicos punteos de su guitarra y su profunda voz, en aquella encrucijada donde convergen Cash, Cohen y Cave, acababa por teñir de oscuro aliento a un blues que solo puede calificarse de fantasmagórico. Repetiría esquemas al año siguiente con un nuevo EP, An Imperfect Cadence of Gloom and Ennui. Siete temas, en esta ocasión, que siguen mostrándole inquietantemente seguro de sí mismo pese a lo áspero -y descontextualizado- de su propuesta. Dos muestras de una joya en bruto, con un potencial extraordinario. Una joya que empezará tallarse -y de qué manera- con la edición en 2020 de Another Swing of the Scythe, con seis nuevos y magníficos temas en dos formatos diferentes: el primer disco, Totentanz, se mantiene mayormente fiel al formato hasta entonces conocido (guitarra solista y voz), mientras que el segundo, Mönchsgeier, reinventa esas mismas canciones en una configuración más eléctrica, incorporando instrumentación adicional.

Magnolia Smoke | Ralph Beeby and the Elephant Collective

Y es en este segundo disco -sin desmerecer al primero- donde encontramos la bisagra que abrirá la puerta a su nueva y última obra; ahí donde su uso del bottleneck y su voz cada vez más educada (que no domesticada) se encuentran con el clarinete, la viola y el violín (espléndidos en «Lilith» y «Time to Go») para llevarnos en volandas sobre ciénagas y camposantos. Con la frenética oratoria de un reverendo ante su rebaño, Beeby desgrana pequeños y sombríos relatos con un denominador común: la mortalidad humana. De hecho, aquellos que sepan idiomas ya habrán adivinado, por los subtítulos en alemán de ambos discos (Baile de la Muerte y Buitre Negro) que la cosa no iba de alegría de vivir y qué bonito el sol y el verano.

Y con estas llegamos al disco que ha motivado todo este texto. En Magnolia Smoke, recién publicado este pasado enero, Beeby sigue en sus trece al tiempo que desarrolla apuntes anteriores y añade otras hierbas. Grabado, como los anteriores, en los estudios Crow’s Nest de Surrey (sí, el tipo es más inglés que el puto Big Ben, ¿no se lo había dicho?), en sus surcos sigue apareciendo ese folk blues gótico y amenazante, pero en esta ocasión un nuevo fantasma ha bajado del desván; y se parece mucho a Tom Waits cuando se pone circense. Añadámosle unas ligeras, muy leves notas de música balcánica y otras tantas de music hall y tenemos un disco prácticamente redondo. Un álbum de blues que rompe con lo canónico, pero sin inventos del tebeo.

 

Eloy Pérez

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