Poco más de un año distancian las dos visitas de MonoNeon a La Nau Barcelonesa. Es tan justico el trecho temporal que no os distraeré con minucias biográficas, sentimientos encontrados hacia su figura y otros pájaros que revolotean en la cabeza de quien suscribe. Al final de este escrito podréis encontrar el link de la reseña de entonces.
En cualquier caso, sigue siendo extraño que el bajista no trate su carrera con un mínimo de regularidad convencional, pues cada vez que le veo en escena siento que el mundo debería estar comiendo de su mano. Me explico, edita tal cantidad de Ep’s, singles y discos (corticos) que es casi imposible seguirle la pista. Pero a diferencia, por ejemplo, de King Gizzard & The Lizard Wizard (otros que publican a destajo), MonoNeon edita sin orden ni discográfica. Y, por supuesto, sigue sin publicar físicamente (o lo hace en tiradas extremadamente cortas), lo cual es una decepción para sus fans.
Dicho lo cual, el tipo debe sentir que así ya le va bien, porque la sala volvió a colgar el cartel de «no hay entradas». Y si le viste en la anterior visita debiste disfrutar de lo de anoche, porque el concepto fue muy diferente. Hubo menos exhibición y más comprensión musical, incidiendo en temas densos en los que, sorpresa, él tuvo que dirigirse hacia el micrófono y cantar el doble de lo que lo hizo la vez anterior. El hecho de contar con dos guitarristas (uno extra respecto al bolo de 2021, así como nuevo teclista y baterista) sumó protagonismo de ese instrumento, pero fue entretenido, nada que sonase tedioso o llevase al malabarismo intrascendente.
El nuevo baterista era menos espectacular, pero caminaba con un swing alucinante, con cierto aire a la vieja escuela, como si hubiera crecido con los viejos discos de Parliament y Funkadelic. Y él, gobernó a la banda con el dedo índice, tal mesías espacial dirigiendo la flota de naves espaciales en medio de la galaxia. Verle tocar su instrumento es algo digno de ser vivido. Pero también resulta reconfortante sentir que no necesita exhibirse continuamente para demostrar su inmenso talento como bajista o como performer. Vuelvo a lo de antes, las canciones fueron lo importante. Y el hecho de que hubiera una concentración total en el tratamiento vocal (la suya siendo la principal, y los refuerzos impecables de los dos guitarristas en las dobles voces) refuerza esta creencia. Lógico, por otra parte, si tienes canciones como «Supername», «Am I Trippin’?» o la ya clásica «Hot Cheetos».
Fue otra noche brutal, otra visita al espacio intergaláctico de ida y vuelta que nos dejó con ganas de volver a repetir. Por favor, Dywane (nombre humano del músico), para la próxima: discos de vinilo, cd’s, lo que aquí en la tierra consideramos formato físico. Os dejo el enlace prometido: https://www.ruta66.es/2021/11/vivos/mononeon-la-nau-barcelona/
Texto: Sergio Martos
Fotos: Marina Tomás