Capitán Salto aterrizaba en Barcelona de una forma diferente a las otras veces que había venido. Su labor durante tres discos lo ha consolidado como un artista a tener en cuenta y eso se notaba en el ambiente y en la atención que prestaba el público a la banda. Su leyenda le precede, un hombre que se sabe enraizado en la historia de la música popular, que intima directamente con las fuentes originales, ya se llamen NRBQ, Bacharach, Nilsson, Dylan o Honeybus y que de ahí obtiene un estilo propio y personal que enamora a todo el mundo que se acerca.
En directo Salto no da tanto chance a esa parte más frágil y delicada que se puede saborear en sus discos. Al menos las veces que lo he podido ver yo. Por el contrario, potencia más esa faceta más intensa y roquera y se arremolina en la parte comunal sacando brillo a una banda absolutamente crepuscular. Gira más hacia su lado americano que inglés. Grandes harmonías vocales que vibran en ecos de Big Star y los Dead más florales.
FOTO: MARINA TOMAS ROCH
Preciosos desarrollos instrumentales que recuerdan a esos duelos Betts-Duane (por favor que dos guitarristas más elegantes, feroces, y detallistas que son Manu Garaizabal y Alberto Anaut) y una contundencia rítmica que hace de empaste absoluto con un brillante Pablo Solo al bajo y esa especie de Jim Keltner a la batería que es Iñigo Pilatti. No quiero olvidarme de Mamen Martinez que desde aquí abogo para potenciar más su protagonismo y sacarla un poco de esa sombra desde la cual realiza una tarea excelente.
Detrás de Germán Salto y ese nombre propio hay el trabajo de una banda que, dirigida por el Capitán, combina la pirueta y el sentimiento, la grandeza y el detalle y que interpreta tanto ese pop del gallo como esa psicodelia suave y sedosa del sombrero pirotécnico como la elegancia y fragilidad de su disco en castellano. Juntos suenan a alma vieja. Cómo si no alguien puede intercalar entre su repertorio las versiones de «I want you bad» de NRBQ y el «Sylvio» de Dylan sin que nadie pueda notar apenas la diferencia. Poco a poco se va convirtiendo en un clásico y concierto a concierto endulza el corazón de una audiencia que cada vez se muestra más fiel.
Texto: Andreu Cunill Clares
Fotos: Marina Tomás Roch
