Que un artista salga al escenario y reciba una lluvia de aplausos es la manera que tiene el público de continuar la conversación allá donde se quedó años atrás, de agradecer un bello recuerdo, de traer el pasado al presente. En el caso del efusivo recibimiento que tuvo Kae Tempest en Madrid, la memoria de aquel concierto de finales de 2019 (para muchos, el último antes de la pandemia), o aquel hipnótico recitado-rapeado de The Book of Traps and Lessons de la primavera de 2021. Se aplaude porque se respeta al artista pero también porque se presagia algo bueno, algo grande, algo bello. Se aplaude por nerviosismo.
Tempest se sonroja, agradece al respetable su entusiasmo y se lanza de cabeza a The Line Is a Curve, un trabajo que gana con las escuchas, que amplía su horizonte expresivo a partir de electrónica sintética y derivas psicodélicas. Que también ofrece motivos recurrentes, esos que Tempest repite en pleno trance como un niño en shock, y que uno sabe cómo siguen aunque haga tiempo que no escuche sus discos, la muestra de que poca música hay como la suya capaz de conectar a un nivel emocional tan profundo: más presión, más liberación, más alivio; muévete, pelearé contigo hasta que te venza; costa salada, un viento feo, viejos fantasmas, chatarra.
Cuando concluye con The Line Is a Curve, llega una nutrida ración de esas viejas canciones que han conformado un repertorio al que merece la pena volver, que recuerda que Tempest es el libro que hay que leer para entender parte de nuestro presente. Volvamos al principio: otra lluvia de aplausos después de la generosidad humanista de «People’s Faces», bromas con el público y tres bises que apuntan que la continuación de su último trabajo ahondará en la profundidad ecléctica de The Line Is a Curve. ¡«Hold Your Own»! grita alguien, y a Tempest le parece bien, así que se lanza a rapearla, ya sola sobre el escenario: «Cuando el tiempo separe las vidas, aguanta / Cuando todo sea tan fluido que no puedas saber nada seguro / Aguanta». Otra canción de derrota, esperanza e inspiración, más aplausos.
Texto: Héctor García Barnés
Fotos: Salomé Sagüillo