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Stereolab – La Riviera (Madrid)

 

 

Treinta años tendiendo puentes musicales dan para mucho. Puentes que conectan Inglaterra y Francia. El lounge y la bossa-nova. El kraut y el indie. Eso es lo que llevan haciendo Tim Gane y Laetitia Sadier todo este tiempo. Muchos les encontraron por primera vez viendo la adaptación cinematográfica de Alta Fidelidad (Stephen Frears, 2000). Otros tantos, cuando obtuvieron un ligero éxito con la salida de Emperor Tomato Ketchup (1996). La mayoría se han ido cruzando con ellos por el camino, conociéndoles a través de algún amigo que les ha pasado algún disco de ellos; porque su público, como ellos mismos, es melómano.

Durante tres décadas, una de ellas de inactividad, pero durante la cual, su leyenda seguía fraguándose, nos han educado y nos han hecho ampliar nuestros horizontes musicales. Y lo han hecho llevándonos mucho más allá de las convenciones pop, pero siempre, desde un lenguaje eminentemente pop (bendita paradoja). Y si su sonido es pop, su ética es indie en el sentido más amplio de la palabra. Porque, como recordarán, lo indie nace desde el underground, como inflexión de la palabra independiente, si bien, con el tiempo, su percepción se ha deformado hasta aludir casi más a un sonido, que a una forma alternativa de entender el cómo moverse en el mundo de la música y desde qué planteamiento ético y estético hacerlo.

Sin nuevas canciones que presentar, pero con un vasto catálogo, con el que enarbolan todo lo argumentado en los párrafos anteriores, Gane, Sadier y compañía se presentaron en tierras madrileñas, permitiéndonos disfrutarles en sala, algo en lo que tampoco se han prodigado en demasía, curiosamente. El dulce acento francés de la Sadier, acompañado de su bisoñez, ya nos embelesó de primeras. Además, sonaron eléctricos, magnéticos, vibrantes, incandescentes, experimentales, pop, germánicos… ¿Sigo?

Una exhibición de pop experimental de alto octanaje, con el que nos estallaron la cabeza con sus viajes interminables, saltando de métrica en métrica, caso de «Refractions in the Plastic Pulse». O pisando el acelerador con una versión casi punk de «French Disko», o lo que viene a ser un clásico indie, en mayúsculas y con todas las letras.

«Super-Electric», «Harmonium», «Miss Modular», también sonaron, echando mano de su colección de pianos electromágneticos vintage, como su inconfundible Farfisa, y de ese patrón rítmico Motorik pero afrancesado, patentado por los de Londres. Un set urdido con finura y elegancia, por y para melómanos, almas sensibles y/o amantes de aquellas expresiones artísticas que se salen por la tangente.

 

Texto: Daniel González

Fotos: Salomé Sagüillo

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