Encuentros

Arde, ¡no olviden que el humo es mortal!

 

Desde las Cuencas Mineras, Isaac Mangas nos trae el explosivo Arde: un LP homónimo cargado de psicodelia, onirismo y tormentas. También de mucha realidad: «tenía claro que no me quería poner límites». Si a esto le sumamos un andar solitario y un productor como Íñigo Bregel, multiinstrumentalista, no nos sorprenderá que todos los instrumentos hayan sido interpretados por él mismo. En su debut el pasado 11 de noviembre, sin embargo, fueron nada menos que siete músicos ardiendo para incendiar la Sala Siroco.

 

En Arde el agua no apaga el fuego, al contrario, canciones como “El Mar” o “La Tormenta” incluso lo avivan. ¿Cuál es el origen de esta llama, digamos, mágica?

Se podría decir que este incendio tiene varios focos unidos por un mismo viento: uno de ellos, mi deuda con el castellano; otro, el reto de “inmolarme” en letras más personales, ya sea a través de mensajes más naíf o más ocultos. Ahora me siento libre de pudor. Precisamente “El Mar” o “La Tormenta” son ejemplos de auto-búsqueda dentro de una mente rumiante, por llamarlo de algún modo.

Tras formar parte de Jysus o Gamónides, hace cuatro años te aventuras por completo en este proyecto en solitario. ¿Por qué diste este paso? ¿Cómo se ha transformado el proceso compositivo?

La razón de acabar con Jysus y comenzar algo nuevo se debe, en gran parte, a no poder contar con algunos miembros claves; Jysus radicaba en la sintonía de sus componentes y me negué a perder esa magia. Con Arde, sin embargo, comencé a grabar y de repente me vi capaz de interpretar la mayor parte de los instrumentos por mí mismo. Contar con la colaboración de Íñigo Bregel como productor y multiinstrumentista fue la red que me ayudó a caminar por esa cuerda floja.

Compositivamente, he tenido todo el tiempo del mundo y una libertad que sólo yo me podía coartar. De modo que he podido cambiar los temas a capricho una y mil veces. Y aunque no sé hasta qué punto este devaneo fue positivo, el resultado conseguido ha sido el deseado.

El exceso de tiempo y la falta de presión para componer, que habían sido mis aliados, se convirtieron después en enemigos muy zalameros: procrastinación, desidia, desmotivación… Mi principal hallazgo fue, precisamente, lo que me sacó de esos baches: la iteración continua con amigos que me empujaron a terminar y me apremiaron a hacerlo antes de que “se enquistase”.

Lleno de sonidos psicodélicos diluidos en una lava pop, el estilo de Arde no tiene más definición que sus propias canciones. Pero antes de escucharlo, ¿cómo nos lo presentarías?

Algunos amigos me han descubierto cosas que estaban implícitas en el disco y que he terminado por reconocer; es como si hubiese ido a un psicoanalista musical. Así que podría definir Arde como un ejercicio de diversión musical en el que se van sacando juguetes almacenados en distintos sitios. Pero si esto os parece muy edulcorado, os puedo recomendar algunas buenas marcas de orujo gallego.

Esconder es un verbo habitual en tus letras. Sin embargo, tus influencias no son para nada discretas: Vainica Doble, Módulos, Arthur Lee… ¿Cuáles son, en cambio, tus referentes más “tímidos”?

Me alegra esta pregunta porque no solo no serán “tímidos”, sino que elevaré a nivel de “inspiradores de Arde” a otros solistas como: Alberto Montero, Cabezafuego, Anton Barbeau, San Isidro o Angel Kaplan, al que el paso del tiempo le sigue dando la razón; a la neo psicodelia de Morgan Delt, Cool Ghouls, Ty Segall o a los adorados Melange. Volviendo al psicoanálisis, alguien vio una referencia a Víctor Manuel por alguna parte. Esto particularmente me hace gracia a la par que me llena de orgullo patrio. Ahí lo dejo.

«De tanto querer olvidar, recordé». Además de esta frase de “La tormenta”, tus influencias, de entre finales de los 60 y principios de los 70, revelan que el pasado habita tus canciones enteras. ¿Crees que es posible regenerarlo cuando su fuego todavía arde?

Hay muchos ejemplos de que la llama sigue viva: sin ni siquiera cruzar el charco, Los Imposibles acaban de editar su particular Pet Sounds, una maravilla; por no hablar de Los Estanques, llenando salas de gente muy joven con una propuesta atrevidísima de pop-rock progresivo.

No obstante, el secreto no es tanto ir pasándose la antorcha entre generaciones como mantener el pebetero siempre encendido; ahora explícale tú esto al algoritmo de Spotify.

La portada del disco es el paisaje definitivo: dunas, hogueras, mar, lava…  Comprende todo lo onírico que evocan las letras, pero ni rastro, sin embargo, de la Urbanización El Secarral. Detrás de una portada tan imaginaria, ¿es el realismo brutal, la sorpresa?

La portada es de Héctor Ossobuko, un grandísimo artista, y además de mi pueblo ꟷy del de Víctor Manuel, jeje­ꟷ, Mieres. Desde el primer momento tuvo claro que había que plasmar en ella todo ese batiburrillo de ideas que era Arde. La conexión con él fue mágica: se nos ocurrían las mismas ideas a la vez, nos daba hasta risa.

La bruta realidad puede ser tan aburrida como el exceso de onirismo. Por eso, tenía claro que no me quería poner límites y que me daba lo mismo “cortar el rollo” con algo más “urbano” y realista. No es bueno evadirse tanto, que luego uno parece gilipollas.

“Himno a la Clase Media” es pura agitación en letra y ritmo, muy punk. En un momento dice no quiero ser un oficinista más. ¿Qué te distingue a ti, Isaac Mangas, para querer ser un “oficinista” menos?

Muy sencillo; tener muy claro que soy de clase trabajadora. Y tener presente que todo puede ser circunstancial; que, desgraciadamente, el bienestar común depende de muchos factores externos que a menudo se nos olvidan.

Texto: Sara Moa

 

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