Si lo tuyo es el Celtic punk y para celebrar el treinta aniversario de tu banda decides pillar una docena de himnos tradicionales, algunos fechados varios siglos atrás, eso se llama jugar sobre seguro. Porque le darás tu toque personal, juntando la gaita con las guitarras eléctricas y todo eso, pero con un material de base como ese no puedes fallar. En realidad, le faltó tiempo a Paul McKenzie -a instancias de su guitarrista, Mario Nieva, de quien partió la idea- para rebuscar en su herencia cultural escocesa y grabar todas estas canciones: soflamas patrióticas de principios del siglo pasado («Scotland The Brave»), varios poemas del insigne Robert Burns («Ye Jacobites By Name», «A Red, Red Rose», «My Heart’s In the Highlands») y un buen puñado de sea shanties clásicas como «Drunken Sailor», «Dead Man’s Chest» o «Leave Her Johnny», material todo él pasado por el tamiz de la banda y ofrecido en una bandeja rebosante de vasos de ron y botellas de whiskey. Con la curiosidad añadida de una versión de la tradicional canción caribeña «Sloop John B», popularizada por los Beach Boys en Pet Sounds.
Canciones de taberna y cubierta, viejos cantos cuyo origen se remonta a muy atrás, a épocas en las que una canción marinera o un himno patriótico eran algo más que simples melodías. Entre las primeras, además de las citadas, encontramos un claro ejemplo de saloma (del latín celeusma, canto de marineros usado para aumentar la productividad en los trabajos en alta mar) en el tema que cierra el disco, ese más que conocido «Blow The Man Down» en clásico formato antifonal. Una buena oportunidad, en definitiva, de recuperar un puñado de melodías clásicas interpretadas con la dipsómana cadencia y la mareante urgencia a la que McKenzie y su siempre cambiante guardia personal nos tiene acostumbrados. Y una excusa perfecta para servirse unos tragos cada vez que lo pinchemos, porque a palo seco no se disfruta igual.
Eloy Pérez