Cuentan que los hermanos Quero no se refugiaban en los montes ni en las sierras, sino en pleno centro de Granada. El barrio del Albaicín era el cuartel general de estos luchadores antifranquistas, una auténtica guerrilla urbana a la que homenajearon Lagartija Nick en la canción «La Leyenda de los hermanos Quero», un himno flamenco-rock perteneciente al álbum Crimen, Sabotaje y Creación (2017). El grupo liderado por Antonio Arias siempre ha tenido claros sus referentes morales, estéticos y artísticos. Su compromiso político ha pasado a un primer plano en los últimos tiempos: Los Cielos Cabizbajos (2019) fue concebido como un poema sinfónico sobre un mundo que ardió en llamas, desde Gernika hasta Hiroshima.
Precisamente, con los evocadores coros de «Somalia» cerraron un show potente y muy bien armado en el teatro Isabel La Católica de la capital granadina. Sobre las espaldas del grupo aparecían y desaparecían unas granadas caleidoscópicas en un vídeo de corte psicodélico. Fue la única concesión en color de la noche. El tema se cerraba igual que en su anterior LP, con la cruda realidad somalí relatada por un periodista radiofónico. La hambruna es una guerra letal y silenciosa que mata a millones de personas. Lagartija Nick miró hacia el continente africano en el bis, pero durante el resto del tiempo todo pareció girar en torno a los años 20 y 30 del siglo pasado, cuando Federico García Lorca, Pablo Picasso y Luis Buñuel, entre otros, aportaron sus obras maestras.
Cine, rock y poesía se fundieron sobre un escenario vestido de gala, en el que varios proyectores de Super 8 emitían películas de Chaplin y Ciudadano Kane. Durante el concierto unas visuales en blanco y negro dialogaban con las canciones, -rescatando la filmografía del propio Buñuel y de otro cineasta revolucionario, el granadino José Val del Omar- y ayudaban a configurar un universo opresivo y lúgubre, de asfixiante puesta en escena. El repertorio del inminente El Perro Andaluz nutrió la primera parte del espectáculo, más baja en revoluciones e intensidad, entre las que se encontraban los conocidos adelantos del álbum: «Bacanal», «Al Meternos en el Lecho» y «Me Gustaría para mí (Las Libélulas)».
Antonio Arias se mostró muy comunicativo invocando a sus héroes, entre los que no podía faltar su hermano Jesús Arias, pieza clave del rock granadino fallecido en 2015. El público rozó el lleno en una de las sesiones especiales del Festival de Jóvenes Realizadores de Granada, donde la música en directo interactúa con el lenguaje cinematográfico. El primer momento memorable llegó con los escorpiones de La Edad de Oro de Buñuel proyectándose sobre la pantalla. Los miembros del grupo se quedaron quietos, como petrificados, mientras sonaban unas cuerdas de violín y solo se adivinaban sus sombras silueteadas. De repente, Eric embistió y se reanudó la música con contundencia, ruido y agresividad. Puro Lagartija Nick. El Teatro enmudeció, contuvo el aliento.
Hacia la hora apareció el guitarrista Eduardo Espín Pacheco, hijo de la cantaora Carmen Pacheco. Aunque no siempre se le escuchaba con nitidez, su entrada cambió el guion de la noche. Antonio Arias rescató esta vez el espíritu de Enrique Morente y se volvió a demostrar que el aura de Omega ha llegado intacta 25 años después. «Ciudad sin sueño» y «Vuelta de paseo» contienen la esencia de la obra de arte que cambió la relación del rock y el flamenco para siempre.
Al final, unas imágenes antiguas de Val del Omar sobre la colina de la Sabika de La Alhambra contrastaban con un manto ensordecedor de rock industrial rematados con unos versos populares: “Gitana, si me quisieras yo te compraría la mejor cueva que hubiera”. Eran las 23:27 horas. Faltaba el bis y el recuerdo al drama somalí, pero Antonio Arias ya le había puesto el broche de oro a un proyecto artístico sumamente arriesgado que llevó su firma de principio a fin.
Texto: Jon Pagola
Fotos: Festival de Jóvenes Realizadores
