El título del vigésimo disco en estudio de los británicos hace alusión a la época en la que a los niños se les decía que volvieran a casa una hora antes del anochecer, así como al nefasto cambio climático actual que parece irreversible. Las letras también se hacen eco del covid y sus secuelas, y la música incide en esa vena melancólica y oscura de sus últimos trabajos, con varios temas subdivididos en diversas partes. Sin embargo, se echa en falta canciones mejor cohesionadas y desarrolladas, algo de lo que también adolecía su anterior disco, Fear. A pesar de que tras tres escuchas el disco va calando más, es un trabajo irregular donde se ha hecho demasiado auto-reciclaje de ideas. Así, la larga «Care», a pesar de su bonita parte final, se inicia como una jam que recuerda demasiado a «Icon» —un descarte de Afraid of Sunlight—, y hay guitarras que parecen inspiradas en otras canciones propias. Quedan lejos ya sus mejores álbumes —Seasons End, Brave, This Strange Engine o Marbles—, pero Steve Hogarth sigue siendo un gran cantante capaz todavía de facturar buenas melodías cargadas de sentimiento, como algunas de las que aparecen en «Be Hard on Yourself», el single «Murder Machines» o «Sierra Leone».
JORDI PLANAS