Tras casi tres años de ausencia, Reverend Shawn Amos regresaba al Rock & Blues de Zaragoza a predicar una vez más en una de sus parroquias favoritas -su segunda casa según sus propias palabras. El Reverendo lleva la palabra del blues consigo allá donde pisa y planta su maletín de armónicas. No en vano durante este confinamiento se ha dedicado a la invocación de los espíritus de los grandes del blues. Pero también se ha reconectado con su historia familiar, con las galletas, la leche y las canciones de su infancia. Este trabajo interior se ha condensado en una transmutación en la que Amos es el mismo pero diferente, igual de buen músico, pero mejor en todos los ámbitos.
Como viene siendo habitual, estuvo acompañado de los diáconos Dr. Roberts a la guitarra y Brady Blade a la batería, aunque esta ocasión no pudo contar con Chris Thomas al bajo, que fue sustituido por Anders Molin, bajista de origen sueco que le otorgó una impronta algo más agresiva a los temas de la hermandad. Esta nueva comunión ungida por la energía acumulada de estos largos meses de parón sin conciertos hizo que su actuación estuviera cargada de electricidad, dinamismo y euforia en cada una de los temas. Amos estuvo inconmensurable, ejerciendo mejor que nunca de maestro de ceremonias, dejándose la piel tanto a nivel musical como anímico durante las casi dos horas que durara la homilía, provocando sin parar tanto a sus músicos como al público, y alcanzando un éxtasis prácticamente continuado mientras permaneció en el escenario.
En conciertos como este poco importan los más de 20 temas o su orden, siempre quedarán cuentas pendientes que, aunque sean de 27 dólares, hacen que el trabajo nunca se termine. Y por eso mismo, algunos ya estamos contando los días para el siguiente advenimiento de Shawn Amos -ya sea en furgoneta, autobús o en un Coupe DeVille- para que vuelva a recordarnos que para recorrer el camino del blues lo primero es aceptar que el blues es el camino.
Texto: Hildy Johnson
Fotos: Cristina Deville
