Una actuación de Steve Vai es como una película de David Lynch: puede que no hayas entendido nada de lo que acabas de ver, pero tu cabeza no deja de dar vueltas. Una experiencia única, un viaje del que no se sale del mismo modo que se ha entrado porque algo anda removiéndose en tu interior. El virtuoso artista, leyenda en esto de las seis cuerdas, ofreció anoche un concierto que aún un servidor está tratando de asimilar.
Es difícil poner con palabras una velada que destaca precisamente por la carencia de ellas. Vai, alumno aventajado de esa eminencia llamada Frank Zappa, se expresa con los dedos, conversa con los trastes y se apoya en esos sonidos que parecen no tener techo en un recinto que se presta gustosamente a ello. En un lunes caluroso de cojones, de esos que convierten a Madrid en una ciudad asfixiante durante 20 horas al día, el maestro Vai ha ofrecido una auténtica exhibición para aquellos amantes de la guitarra.
Apoyado en una banda de súper lujo, donde Jeremy Colson a la batería es algo más que un simple comparsa, con una pegada digna de Bonham que sabe perfectamente cuando es su momento y cuando tiene simplemente que secundar al protagonista de la velada; Dave Wiener ejerce de guitarrista acompañante, tan discreto como necesario y –aquí mención especial- Philip Bynoe, el característico bajista que, en su solo tras “Lights Are On”, como un Flea extasiado, demostró la belleza que se esconce tras un instrumento tantas veces infravalorado, han hecho las delicias de un recinto abarrotado, con todo el mundo sentado y aplaudiendo cada movimiento de un cuarteto que en directo es una espiral de potencia controlada.
“Avalancha”, “Zeus in Chains”y “Greenish Blues”, piezas de Inviolate, último álbum de estudio, se han unido temas como “Tender Surrender”o “Whispering a Prayer” para ofrecer a los allí presentes, valientes todos ellos, una propuesta inusual por la cual, si el bochorno lo permitió, más de uno se sigue preguntando sí fue algo real o solo un buen sueño.
Texto: Borja Morais
Fotos: Víctor Moreno