La última parada del hermano pequeño del festival Tomavistas daba inicio al mes de julio con un calor importante, bajo el cual, y todavía a pleno sol, Gerard Alegre y su banda nos ofrecían las canciones de Juro y Prometo, además de un repaso a referencias previas.
El barcelonés sabe a lo que juega. La propuesta de El Último Vecino se mueve entre Morrissey y Johnny Pierce, pero también entre Quimi Portet y Manolo García. Su electro pop 80s toma las luces de neón y los colores pastel de Corrupción en Miami, pero también la imagenería de los primerísimos años 90. Y agitando todo ello en su particular coctelera, el resultado es un pop con aromas sintéticos, sentido y apasionado.
Combina canciones redondas con algunas más etéreas que retienen menos nuestra atención, especialmente en directo, a menudo con un beat espitoso, muy adictivo, como el de los primeros The Drums. Entrega y sentimiento, en un show al que le hubiera sentado mejor un horario más intempestivo.
Los Planetas llevan años buscando la forma de hibridar la densidad de Spacemen 3 y la intensidad del flamenco más jondo. Una tarea en la que, a estas alturas, ya son duchos practicantes. Sus fieles se lo reconocen, celebrando sus incursiones sureñas, tengan estas, forma de verdiales o fandangos, siempre, desde la flotabilidad space-rock de los granadinos, leyendas del tiempo, así como del espacio.
Si a ello sumamos una buena dosis de viejos hits indie («Segundo Premio», «Santos Que Yo te Pinte», «Prueba Esto»…), el resultado no puede ser más efectivo. Porque la banda de J y Floren cuenta con buenas canciones para dar y regalar, de todos los colores y estilos. De todos los palos, hablemos de flamenco o de indie. Por eso, el olimpo del indie español es y será suyo. Porque su perfecta aleación entre los cantes del Sacromonte y el noise de Glasgow les convierte, por derecho propio, en eminencias de la historia de la música española.
Y más allá de las loanzas que pueda regalarles este escriba, su directo, lisérgico, pero también festivo, siempre intenso, gracias a la pegada de Erik Jiménez, la guitarra espacial de Floren muñoz y la ininteligible pero poética verborrea de J Rodríguez, deviene una liturgia de altos vuelos, en la que conviene dejarse llevar. Dejarse llevar para que, en volandas, nos lleven «de viaje por el sol, en una nueva dimensión». Y es que, podemos buscar por tierra o podemos buscar por aire, que como a los granaínos, no encontraremos a nadie.
En fin, licencias planetarias aparte, rindámosles pleitesía, ya que, y se dice rápido, 30 años de reinado indie, no exento de generosas dosis de experimentación, y con la mirada puesta en el folclore local que siempre han mamado, bien dan para ofrecerles un sonoro aplauso. Será mucho pedir, pero es lo menos que merecen.
Texto: Daniel González
Fotos: Adrián YR Photography