Para un buen whiskey, veinticinco años en barrica se suele considerar un periodo más que aceptable. Para un disco de prog rock, o al menos para el que nos ocupa, el mismo periodo no iba a redundar en menor calidad. Y es que Runaway Men se lanzó el pasado mayo tras pasarse dos décadas y media en los archivos de Galaxy, banda holandesa que tras catorce años en activo tiró la toalla en 1997. Siendo precisamente ese año en el que -tras algunos casetes y un mini CD como única producción- grabaron estas ocho canciones que, por distintos motivos, nunca vieron la luz. Los miembros del grupo se fueron cada uno a lo suyo, destacando Bart Schwertmann (voz y bajo) al conseguir la plaza de cantante en Kayak, decanos del prog neerlandés.
Aun así, nunca perdieron el contacto entre ellos; hasta que el año pasado y durante la grabación de Theater Of Grief, su primer álbum en solitario, Bart le pasó una cinta de material antiguo de Galaxy a David van Hartingsveldt, responsable del sello Shaded Moon, quien vio ahí potencial de sobras para dedicarle atención. Dicho y hecho, y tras rebuscar en archivos personales, Bart y el resto de la banda pulieron las viejas canciones hasta dar forma al primer larga duración de Galaxy en toda su carrera. Un renacimiento que suena estupendamente, añejo cual buen malta, pero a la vez fresco y contemporáneo. Cercanas al neo prog en concepto, las ocho canciones del álbum suenan musculosas y melódicas, con una guitarra, la de Niels Lingbeek, que se erige en protagonista sin ofuscar al resto. Feliz acontecimiento pues, en el que el aficionado reconocerá trazas de Arena, Marillion e incluso los primeros It Bites, aunque con una producción -obviamente- puesta al día.
La pregunta clave es qué habría sido de esta banda si Runaway Men hubiera sido editado en su momento. Pero como la respuesta no pasaría de mera especulación, mejor centrémonos en disfrutarlo a día de hoy. Motivos atesora para ello.
Eloy Pérez