A Manuel Borrero se le quería mucho en Granada. Para la historia queda ya el festival que se montó en su recuerdo el 3 de junio en el Lemon Rock. Casi seis horas de vaivén de músicos de distintas generaciones, algunos revueltos en bandas creadas para la ocasión, que desfilaron por un escenario presidido en todo momento por imágenes proyectadas alrededor de la vida del periodista musical que nos dejó en marzo. Ahí estaba el Manuel familiar, el amigo, el motero, el viajero, el melómano, el grafómano, el amante de los libros y del rock and roll. Los diversos ángulos de un cronista tan pulcro y puntilloso como adorable en las distancias cortas.
La atmósfera que allí se produjo fue tremenda y difícil de describir. “Fue mágico, irrepetible, como Manuel”, me confesaba horas después Eva, su mujer. Y es posible que acudiera más gente de la imaginable. Familiares, amigos, compañeros, músicos a los que entrevistó, músicos a los que cuidó y admiró… La sala (su azotea), encomendados a un cartel que rezaba ‘Recordando a Manuel Borrero’.
Crítico de Sonic Wave Magazine, activo difusor de la escena granadina en las páginas de Ruta 66, Borrero fue el motivo que propició la conjunción astral para que se dieran varios milagros en una misma tarde noche. Algo también posible gracias a un espacio tan empático como el Lemon Rock, donde el sonido y el dinamismo para el buen flujo de la decena de actuaciones estuvieron a la altura.
La cosa empieza bien: ‘The kids are alright’. Lo más fiel que hay a los Who en Granada son José A. Sánchez, Popi González y Miguel Martín, que cuando ofrecen versiones nivel premium se hacen llamar Otro Golpe. Caldean el ambiente con fogosas lecturas que van de Them a Beatles −¡qué prodigio para revivir la British Invasion!−, cediendo el relevo en ese faro abierto a múltiples direcciones que es ‘La leyenda del tiempo’.
Cambio. Miguel se pone al mando de Unidad y Armonía. Entramos en el área burbujeante de la neopsicodelia nazarí. Este proyecto echó a andar hace más de media década con la coartada de revisar el legado de Módulos. Ahí queda, una vez más, la hipnótica y pegadiza ‘Sólo tú’. Y a continuación, el Oso de Benalúa y Tony Molina. O lo que es lo mismo: la bicefalia prominente de Elemento Deserto. A Manuel le fascinaban y fue una de sus últimas entrevistas. Aprovechan para desgranar parte de su material reciente en un formato más contenido (‘Cowboy de media mañana’, ‘Villancico de mayo’) y repescar algunas muy del gusto de Borrero de la anterior remesa (‘El camión del tapicero’ o la luminosa ‘Siempreviva de Mojácar’), además de converger con Unidad y Armonía (‘En latitudes templadas’).
Por su parte, Angustias, la nueva aventura de Antonio Monsalve (Deshollinador), abre una compuerta al lado oscuro. El trío, completado por Dieguito Pellejo y Jess Sepulcro, conecta con la onda siniestra de Parálisis Permanente y Décima Víctima (inevitable pensamiento cuando suena ‘Éxitus’). Sale al escenario David Fraile (No sé a quién matar): “Un tema para el tito”.
Comienzan las versiones cargadas de significado y vinculadas por lazos familiares. ‘Do it clean’, de Echo & the Bunnymen, se suspende en el aire en una suerte de celebración. Y aparecen Los Berrinches. Esto es: Banin Fraile, Juan Codorniú, Ángel Doblas, Monago y Pelomono. Una alineación impensable. Banin (Los Planetas, Los Pilotos), cuñado de Borrero (que falleció con 59 años), explicó que iban a tocar “canciones que atesoro y me descubrió”. Tal es el caso de la inmortal ‘Russian roulette’ de Lords of The New Church. Pero también guijarros de punk rock y garage como ‘16 forever’ (The Dictators) o ‘Where the wolf bane blooms’ (The Nomads). O el electrizante Jonathan Richman de los tiempos con los Modern Lovers (‘She cracked’). O la maravillosa ‘Starry eyes’ de Roky Erickson.
En la tercera fase llega José Ignacio Lapido. Solo. Trastea la guitarra acústica y el oído parece acudir al ‘Working class hero’ de Lennon, pero entonces arranca ‘En el ángulo muerto’. Su recital será breve y de una emotividad suprema (en realidad hay más o menos media hora para cada formación). Acude a medios tiempos que en este contexto se desparraman con toda su fuerza evocadora. ‘Con la lluvia del atardecer’. Conmovedora. “Esta habla de la pérdida y de la fugacidad del tiempo”, apunta al desnudar ‘Lo que llega y se nos va’. Lapido se marcha con timidez, percibiendo la gratitud y la enorme emoción de los presentes.
Corren horas vibrantes en el Lemon Rock. La noche anterior, Antonio Arias dedica en el mismo lugar ‘La estrella’ de Morente al desaparecido Enrique Novi, que regentaba su particular Estrella en Granada. Y mientras uno anda reflexionando sobre ello, van y se reúnen Los Ruidos. Sí, ¡los Kinks granadinos! Víctor ‘Chico’ Lapido lo deja claro: “Somos un grupo que se junta una vez cada quince años”. Cierto: todavía se rememora lo de 2007 en La Telonera de Armilla. Traen a colación una anécdota: en su día Manuel Borrero los acogió en Martos. Se despiden (quién sabe si hasta dentro de otros tres lustros) con joyas imperecederas como ‘Si tú quieres’ y el ansiado ‘Corriendo por tu mente’.
Ya en la traca final, dos buenos amigos de Manuel Borrero, Ángel Doblas y José Antonio García, ambos protagonistas del primer punk de Granada con TNT, se rebautizan como Los Ceramísticos. Entre las versiones que se sacan de la manga existen hilos argumentales. Vivencias berlinesas compartidas a través del ‘Heroes’ de Bowie y toda una manera de concebir el rock and roll mediante Dr. Feelgood. ¿Qué más puede pasar? Pues que Juan Codorniú y Víctor Sánchez, dos guitarristas imprescindibles de la ciudad, recreen el ‘Sky blue sky’ de Wilco (busquen el vídeo con la detallada presentación de Codorniú). Agrandados en el fin de fiesta bajo el rótulo de Poisonville, aún habrá espacio para repasar a una de las bandas fetiche del homenajeado, NRBQ. El festival de Manuel Borrero resultó ser como él: una biblia del rock and roll.
Texto: Eduardo Tébar
