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Nile Rodgers & Chic – Festival Jardins de Pedralbes (Barcelona)

Llevábamos más de media hora de concierto y no paraba de preguntarme: «¿Dónde están las aristas aquí?» «¿Qué puede fallar para que un concierto de estas características no alcance el sobresaliente?». Porque todo era excesivamente bueno: la banda, el empaste, la energía, las voces de las chicas, el repertorio, el sonido, el entorno, la fiesta, la diversión… Claro, que Chic hoy día, más que nunca, es Nile Rodgers con un puñado de veteranos pero mercenarios. Y Nile, que bien podría considerarse el Mozart de la música disco/soul/funk, tiene un ego más grande que el Estadio Olímpico Lluis Companys de Montjuïc. «Yo compuse tal…», «Yo hice aquello…». Todo ello mientras por pantalla pasaban fotos del genio con la crème de la crème, con todo aquél que se puso a su servicio y talento: desde Michael Jackson a David Lee Roth, pasando por Bowie, Clapton, etc., etc. Pobre, no lo necesita. Por si fuera poco, el baterista agarró el micro y nos puso al corriente del curriculum del guitarrista.

Y miren, no tengo problema alguno en que se le dé un tono circense al concierto con este tipo de speeches, pero cuando afecta a la música sí me molesta. Porque la primera media hora fue un despipote: «Chic Cheer», «Dance, Dance, Dance», «I Want Your Love»… Canciones todas que forman parte de una discografía, la de Chic, inmaculada en sus primeros años. Pero las cosas se tornaron, y dado que Nile ha producido tantos discos multiplatino, se le empezó a dar más importancia de la necesaria a esas canciones éxito en las que él había tenido relevancia. Y el concierto sin aristas e inmaculado pasó a ser una verbena difícil de digerir; apunten: «Let’s Dance» de Bowie, «Notorius» de Duran Duran, «Get Lucky» de Daft Punk, «Like A Virgin» de Madonna… Y así fueron pasando minutos y minutos hasta plantarnos en el tramo final del concierto.

Decepcionante, ¿eh? Afortunadamente, agarraron donde habían comenzado y las apoteósicas versiones de «Le Freak» y «Good Times» nos devolvieron al lugar del que no nos debíamos haber movido. Así que por una parte fue excepcional y por otra un bluf. Y duele, porque son tan rematadamente buenos…

 

Texto: Sergio Martos

Fotos: Marina Tomás

 

 

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