Venía de editar un par de discos con una producción más lujosa —si es que se les puede llamar así— en relación con el resto de su obra, Searching for (2011) y Physical World (2015). Con la pandemia, Bart Davenport, acostumbrado a estar habitualmente de gira, parece haber tenido tiempo para disfrutar de su casa en Los Ángeles, recrearse en la composición y volver la vista hacia el pop barroco de los sesenta, de agradecidas armonías vocales, guitarras de doce cuerdas y ocasionales apuntes de percusión latina. Las guitarras acústicas dominan su nuevo disco, en un tono algo más íntimo y evocador, combinando cada melodía con arreglos más espartanos que las embellecen y las potencian. En esta ocasión se acerca lustrosamente a la bossa-nova («Easy Listeners»), los años cincuenta («Wireless Moon»), el country-rock («All Dressed in Rain»), el jangle-pop («Still Life»), sonoridades turcas («Strange Animal»), el surf («99 Forever») o el folk de cámara de los sesenta («Alice Arrives»).
XAVIER VALIÑO