«A la tercera va la vencida», rezaba la promo de la presente edición del festival madrileño. Y así fue. Tras dos años de desengaños, claro está, acaecidos a remolque de la crisis sanitaria, volvía la música en directo a este disfrutable festival capitalino. Esta vez, sin embargo, el chiringuito se trasladaba a Ifema, reciento adecuado para grandes eventos y ferias, ubicado en la periferia del noreste de Madrid. Cierto es que la antigua ubicación, el parque Tierno Galván, es más bonita y mágica, pero a todas luces, esta nueva ubicación ofrece una enorme comodidad en términos de logística y distribución del espacio. De hecho, mantener un aforo similar, pero en un emplazamiento más amplio, supuso un salto en términos de comodidad. Con la excepción de la jornada del jueves, en la que las colas en las barras resultaron soporíferas, todo resultó cómodo y fluido a nivel organizativo. Además, a los románticos de la antigua ubicación, les queda el Tomavistas Extra, a celebrar en junio, donde podrán revivir viejas sensaciones en la ubicación de antaño.
La jornada del jueves estaba más enfocada a músicas más urbanas o de nuevo cuño. La media de edad disminuyó notablemente respecto a la del viernes y sábado. Así, artistas pujantes que han venido para quedarse, pusieron la feria de Madrid patas arriba, a base de canciones que acumulan millones de escuchas en plataformas de streaming. Trashi conjugan el formato clásico de banda de rock, pero sin renunciar al manoseado autotune. Tienen energía y momentos que invitan a pensar en un futuro interesante. Cupido tampoco se cortan con el dichoso efecto vocal. La fusión entre los sicodélicos Solo Astra y el trapero Pimp Flaco goza de un éxito destacado y su directo lo confirmó, a tenor de los cientos de asistentes que coreaban sus canciones.
La barcelonesa Rigoberta Bandini, en boca de todos tras sus escarceos eurovisivos, ofreció un show muy teatral, siempre desde una mirada feminista. Una suerte de ópera electrónica altamente festiva, con la que la gente bailó y cantó, eufórica. El fenómeno del momento en lo que a mainstream hispano se refiere, el cantante y productor Alizzz, demostró el porqué de su rotundo éxito. Su pop bailable y altamente coreable funciona muy bien en directo, apoyado en una banda solvente y las colaboraciones de C Tangana y la mencionada Bandini, quienes aparecieron en el escenario para sorpresa de todos. Especialmente en el caso de «El Madrileño», estrella absoluta del pop moderno hispano. Por último, otro fenómeno destacado, el de Sen Senra, quien a través de su pop íntimo para masas, dejó claro también que el producto nacional, en su vertiente más rabiosamente actual, está en plena forma.
La jornada del viernes nos devolvía a un escenario más clásico y canónico, en la línea más habitual del festival. Yawners, a pleno sol, combinaban sus nuevas canciones con las de su debut, en un show disfrutable y refrescante. Biznaga, compañeros de los anteriores en el sello Montgrí, sufrieron con tanto calor, pero supieron reponerse, a base de empuje e himnos reivindicativos que piden ser cantados hinchando nuestros cuellos. ¿La mejor banda de punk española de la actualidad? Desde luego, por momentos, nos pareció tener delante a Parálisis, los Clash o los Pistols. Ahí es nada. Las inglesas Goat Girl sufrieron uno de los principales problemas del festival, la frecuente falta de decibelios en algunas de las actuaciones. Sonaron deslavazadas y excesivamente descafeinadas, por culpa, en gran parte, de un volumen muy bajo. Una pena, porque en disco, su pop sicodélico tiene momentos muy interesantes.
Los aussies Rolling Blackouts Coastal Fever eran uno de los principales reclamos. Y no defraudaron, si bien optaron por un repertorio donde faltaron hits, en detrimento de las canciones de su último disco. Da gusto verles en acción pero, sin duda, con más minutaje y echando mano de un repertorio más variado, habrían lucido mucho más. Con todo, su particular artesanía pop-rock nos enganchó, como cabía esperar. Carolina Durante pusieron a sus fieles de vuelta y media. Con tantos ases que, si no es uno, es otro, se permitieron el lujo de dejarse himnos en el tintero, sin que les afectara lo más mínimo. Un directo que sonó a apisonadora y que va a más. Se les vio abrumados y felices. A ellos, pero también a todos sus fans.
Kevin Morby presentaba flamante elepé, y echó mano del mismo, pero también de viejas canciones de su amplio repertorio. Bien acompañado por su numerosa banda, nos deleitó con sus fantásticos timbre y dicción, a los cuales se suman unas canciones de muchos quilates. Uno de los momentos más destacados del festival. Brett Anderson y sus Suede salieron con ganas, erigiéndose momento álgido del fin de semana, a base de mucha entrega y pasión glam 90s. No optaron por repasar Coming Up al completo, como sí habían hecho en salas recientemente, sino que echaron mano de brillantes hits de hace tres décadas, alguna lustrosa cara b y algún que otro acierto reciente. Pasan las décadas, pero nunca defraudan. Lamentablemente, la delicada e intensa orfebrería shoegaze de Slowdive quedó diluida en un volumen pírrico, más recriminable, si cabe, en un caso como el de los ingleses. Realmente inexplicable. Una pena.
El sábado, The Marías cautivaron con su pop sutil, mestizo y sabroso. La sedosa voz de María Zardoya era justo lo que necesitábamos a esas alturas de festival. Kokoshca y Camellos se encontraron con una tromba de agua que les obligó a terminar precipitadamente su actuación. Tras algo más de una hora de incertidumbre, lamentablemente, se anunció que la actuación de King of Convenience no se realizaría, tratando de mantener, en la medida de lo posible, el horario previsto inicialmente. Una lástima, pero realmente la que cayó fue breve pero intensa, y se desviaba hacia los escenarios con violencia. Afortunadamente, los irlandeses Shame pudieron sacar los dientes, brevemente, eso sí, para demostrar que a mala leche no les gana nadie. Mucha actitud e intensidad y visos de una carrera, esperemos, larga y de calidad. A Jarvis Cocker le faltó volumen (cómo no), pero también canciones con gancho.
Esta nueva etapa, en ocasiones más electrónica, en otras, afrancesada, suena algo plana. Su carisma es imperecedero, pero con este set no le da para mantenernos atentos más de una hora. Especialmente, tras haber formado parte de esa banda llamada Pulp. A Confidence Man les sienta bien el hábitat festivalero. Su eurodance contemporáneo está hecho para ese tipo de saraos. Hedonismo y sentido del humor. Jungle suenan impecables. Su funk está impregnado de falsetes perfectos, sintetizadores envoloventes y una atmósfera inigualable. Un gran broche final con un único pero, y es que por momentos suenan algo repetitivos.
En definitiva, un muy buen festival, cómodo, sin dramas en cuanto a solapaciones y con un cambio de ubicación positivo. Si se resuelve el inexplicable bajón de sonido y las barras funcionan como el viernes y el sábado, la experiencia es realmente muy disfrutable.
Texto: Daniel González
Fotos: Salomé Sagüillo