Cualquier concierto postpandémico se convierte en una celebración de la vida. Pero, si encima sabes que vas a asistir a un sold out de una de tus bandas de cabecera, la expectación y emoción van en aumento. Cuando has visto tantas veces a Suede siempre piensas que puede que llegue un día que ya no sientas lo mismo. Que algo falle. Pero la maquinaria de hits de Brett Anderson lo hace imposible. Y más si se está celebrando los ¡25! años de su disco más pop, ‘Coming Up’. El álbum se tocó entero y en orden, empezando por ‘Trash’ y acabando por ‘Saturday Night’. Canción esta última que nos eriza la piel porque nos planta ante nuestras narices nuestra gran película de cuando fuimos tan jóvenes y descubríamos el brit pop en salas como Razzmatazz. Sí, resguardándonos en las escalerillas del metro con los pies haciendo chup chup tras darlo todo en la pista de baile. El apolíneo Brett apareció en escena arrollando con sus movimientos de micro, siempre subido a los monitores. Como un rey león ante sus fans incondicionales, así le aplaudimos los que siempre creímos en él aún cuando los tabloides ingleses decían que Oasis y Blur molaban más. Mentira cochina. Brett dando la mano a sus fans de la primera fila, Brett moviendo sus caderas y posando como nadie para todos los fotógrafos, Brett dejándose querer e invisibilizando, todo sea dicho, al resto de la formación.
Conscientes de estar siempre en un segundo plano, notamos al principio del show algunos despistes en la coordinación de su batería, Simon Gilbert. Con todo, solvencia contrastada de la formación, en la que destacan los riffs guitarreros de Richard Oakes, el joven fan de la banda que acabó siendo miembro de la misma tras la marcha del jefazo Bernard Butler. Momentos para el recuerdo, más allá de ese tercer disco que les dio el éxito más masivo, llegaron con ‘So Young’, ese himno a nuestra adolescencia perdida. Y ahí todos los cuarentones congregados nos desgañitamos con su estribillo, como si de esta manera pudiéramos aún rescatar un atisbo de aquellos días de fervor juvenil. La gente ruega con razón silencio en la sala para el momento lagrimilla que llega gracias a una enorme ‘The Wild Ones’ en acústico. Sí, con un lírico Anderson a la guitarra y nuevamente en estado de gracia. Incluso cuando hace cantar al público más que nunca algunos estribillos, acaso porque sus falsetes ya no llegan al mismo nivel de años atrás.
Me refiero en concreto a su gloriosa época vocal, con las giras de presentación de albums como ‘Suede’ y ‘Dog Man Star’, a mi juicio sus dos grandes obras maestras del pop y el glam. Rescataron también ‘It Starts and Ends With You’, quizás de lo mejor de un irregular ‘Bloodsports’ y también la más actual ‘Flytipping’, canción de su último y más que digno »The Blue Hour’. Para la traca final consiguieron dejar al personal absolutamente rendido -también físicamente – con tantos saltos como dimos con ‘Animal Nitrate’ y ‘New Generation’. Y estáis en lo cierto: esta es una crítica desde la nostalgia, pero también desde el presente. Porque Suede siguen siendo como ese barco que sigue a flote pese a la marea musical. Y si – de repente – se hunde, nosotros saldremos a su cubierta y miraremos por última vez a las estrellas, como nos invitaba a hacer Oscar Wilde. Y allí brillarán ellos, como el último reducto glam de libertad y fantasía para un mundo cada vez más en descomposición. Cuestión de lealtad.
Texto: Alicia Rodríguez
Fotos: Pepe Velasco