Encuentros

James Hunter , la persistencia del blue-eyed-soul

 

 

 

Andaba presentando Nick of Time, su octavo disco en solitario, el cuarto bajo la denominación The James Hunter Six y el tercero desde que fichó por Daptone, cuando le entrevistamos. Luego llegó la pandemia. Recientemente ha lanzado el recopilatorio de amorosas baladas With Love… y podremos disfrutar de su estilosa presencia en la gira que le trae por aquí: 24 de mayo, Loco Club, Valencia; 25 El Sol, Madrid; 27 Helldorado, Vitoria–Gasteiz; y 28 Teatro Principal, Ourense.

 

Entrevistarle es una experiencia divertida, al otro lado del teléfono está una de las mejores, y más auténticas, voces del soul actual, pero llega con un fuerte acento británico y un sentido del humor típico de las islas, todo un contraste para alguien en cuya estricta dieta musical solo entra música producida en los EE.UU. en los años cincuenta y sesenta del año pasado.

Y es que para James Hunter el reloj de la buena música se paró en algún momento de 1964, posiblemente en diciembre de ese año cuando Sam Cooke murió asesinado a tiros. Hunter sigue viviendo, musicalmente, en un periodo de tiempo comprendido entre 1952, el año en el que se formaron  sus queridos “5” Royales, y 1964, el año de la muerte de Cooke, un periodo en el que los anteriormente citados, junto a otros artistas como Ray Charles, Etta James, Ben E. King, Jackie Wilson, Brooke Benton, James Brown, Hank Ballard, Jerry Butler y los Impressions dominaban las listas de R&B, una época en la que sellos independientes como King, Chess, Federal, Atlantic o Vee Jay inundaban las listas con el mejor R&B y soul posible.

No es de extrañar, por tanto, que la historia musical de Hunter comience con un grupo llamado Howlin’ Wilf & The Vee Jays con el que se presentó en Londres, tras abandonar su Colchester natal. Sus primeras actuaciones eran en la calle y la banda pasaba la gorra al termino de cada actuación. Era duro, pero mucho menos que un trabajo de nueve de la mañana a cinco de la tarde. Al poco tiempo ya estaban tocando en pubs y garitos de mala muerte, lo suyo en ese momento era el rock’n’roll de los cincuenta, pero presentándolo como blues lograba que no se rieran de él y darle una pátina de respetabilidad.

Foto: Jessie Perez

Empaparse de Howlin’ Wolf y John Lee Hooker le llevaría a buscar en las fuentes y cantantes originales, aunque su amor por Eddie Cochran, Jerry Lee Lewis y Elvis no se acabaría nunca. Eso sí, su música fue derivando hacia el soul y como cantante y guitarrista encontró una gran inspiración en Lowman Pauling de los mentados Royales, uno de los grupos que más le marcaría en su carrera, como demuestra el hecho de que su «Baby Don’t Do It» suela ser una de sus canciones favoritas a la hora de cerrar sus explosivos conciertos.

Fue en uno de esos conciertos cuando un amigo común le presentó a otro cantante británico con querencia por la música negra, alguien que sería importante a la hora de darse a conocer. Se trataba de Van Morrison y ambos estuvieron hablando animadamente después del concierto de dos de sus artistas favoritos, Sam Cooke y Jerry Lee Lewis. El irlandés no se olvidaría del de Colchester y un tiempo después le llamaría para colaborar con él en el disco en directo A Night in San Francisco, que aparecería en 1994, y en el estudio con Days like This, que apareció un año después. Parece evidente que una gran voz fue capaz de reconocer a otra y Morrison acabó devolviéndole el favor participando en su primer disco en solitario, …Believe What I Say , publicado en 1996.

Sin embargo, cuando le pregunto por la posible influencia del autor de Moondance —y otros grandes cantantes británicos como Rod Stewart, Joe Cocker, Steve Marriott, Paul Rodgers o Steve Winwood— en su forma de cantar, Hunter se muestra tajante en su respuesta: “Mira, normalmente solo suelo escuchar a cantantes negros americanos de soul, ese es el estilo que me apasiona y lo que suelo tender a escuchar. Así que no, no suelo escuchar a cantantes blancos británicos, a pesar de que hay unos cuantos de ellos como bien has dicho”.  Lo remata tirando de modestia, “comencé a escuchar música y esa era la que más me llenaba y gustaba, así que comencé a cantar en ese estilo, obviamente no tan bien como ellos”.

Cuando le pregunto por el cantante que más le ha influido me habla de una de sus últimas debilidades, Lou Johnson, un cantante que comenzó cantando gospel y alcanzó su momento de gloria a principios de los sesenta cantando las versiones originales de grandes clásicos del dúo formado por Burt Bacharach y Hal David, canciones como «(There’s) Always Something There to Remind Me» o «Message to Martha (Kentucky Bluebird). “Lo he descubierto hace poco”, dice, “pero es el tipo de cantante al que me gustaría sonar parecido, aunque no creo que lo vaya a conseguir nunca”.

La influencia de Bacharach se puede apreciar con claridad en Nick of Time (2020), un disco más pausado y suave a lo que nos tiene acostumbrados el autor de «Chicken Switch». No es solo ese toque Brill Building sino también el ramalazo crooner de «Paradise for One», con clara influencia de Nat “King” Cole o los guiños al «Take Five» del Dave Brubeck Quartet en «Til I Hear It from You». “Puede que se vea un lado más sensible en este disco”, reconoce, pero también cree que en el disco anterior ya se habían bajado un poco las revoluciones. Sigue feliz grabando con Gabe Roth, mejor conocido como Bosco Mann, el mandamás de Daptone Records.

Está orgulloso del disco y destaca «Missing in Action» como su canción favorita, aunque reconoce entre risas que “me cuesta mucho elegir entre mis propias canciones, hay muchas que me gustan”. A pesar de que su sonido sigue siendo reconocible, ahora la banda la forman músicos americanos. “Fue un asunto de diferentes visiones artísticas”, zanja. Pero es algo que no afecta a su sonido, algo normal si pensamos que los dos hechos diferenciales de su música son su guitarra y, principalmente, su magistral voz. Una voz rasgada a base de cigarrillos pero con una combinación perfecta de fuerza y vulnerabilidad.

Esa misma voz que, como su música, parece de otra época, algo que le ha valido el epíteto de “retro”. “Siempre lo estoy negando pero, siendo honesto, a pesar de que me opongo tampoco lo puedo negar, ¿no?”, dice antes de lanzar una carcajada. La música de Hunter no suena muerta sino, por el contrario, totalmente viva, pues se deja la piel defendiéndola y haciéndola suya. “Trato de explorar cosas que no se han dicho antes, creo que para hacer algo bueno con la música tienes que escribir sobre cosas reales, cosas que te han sucedido”, explica. “Si hay algo importante en la composición es poner algo que mucha gente haya sentido pero decirlo de una manera diferente a como lo haya dicho alguien antes”.

Esto hace Hunter en el cierre del disco con «He’s Your Could’ve Been», una canción dedicada a un ex de su mujer, algo muy poco habitual como tema compositivo. Cuenta entre risas la historia, “ella pasó de estar con él, que era un tipo muy amable, a estar con alguien que no es tan amable [Risas], así que todavía a veces se pregunta cómo hubiera sido estar con el primer tipo y me pareció una idea muy buena para una canción. Pero, bueno, ella eligió al segundo y estoy totalmente de acuerdo con la elección”.

¿Prefiere el estudio o el escenario?, pregunto: “Lo que me gusta es grabar el disco primero y luego salir de gira. Realmente me parecen actividades complementarias, las disfruto las dos por igual”.  Y no es casual ya que Nick of Time, como todos sus discos, ha sido grabado prácticamente en directo, sin trampas ni cartón. “Sí, lo hemos grabado en directo, con algún que otro overdub, algunas de las tomas vocales están grabadas a posteriori porque la primera no nos convencía del todo”.

“Me hubiera encantado grabar en Atlantic… O en Vee Jay”, se ríe pensando en el sello que le sirvió para nombrar a su primera banda. Más serio, añade, “pero sí, la verdad es que me hubiera encantado coincidir en Vee Jay con los primeros Impressions de Curtis Mayfield”.

No tenemos una máquina del tiempo y no podemos saber cómo sonaría una sesión de James Hunter en Chicago en 1959, o cómo hubieran mirado los de Chicago a ese blanquito con ese gran chorro de voz, pero no nos hace falta para saber que el resultado no hubiera sonado muy diferente a la maravillosa música que hace en la actualidad este británico con alma negra. Llámalo retro si quieres, pero el adjetivo más adecuado para calificarla es atemporal…

 

Texto: Sergio Ariza

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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