El futuro es un lugar, digamos inhóspito pero revitalizante, del pasado lejano. Es lo que parece declamar Jon Spencer, en su habitual histrionismo deudor de Screamin’ Jay Hawkins y Lux Interior, en esta segunda grabación con los Hitmakers. Ojo, que la nómina viene con sello de veracidad sin florituras: Bob Bert aporreando cubos de basura y metales, Sam Coomes (Quasi) a los teclados y Janet Weiss (Sleater-Kinney) a la batería. Esta enmarañada síntesis de Farfisa y fuzz aliada con retumbante futurismo de pegolete resucita a un tipo inquieto que debe haber sudado tinta durante el confinamiento. Y salta a la calle enloquecido, que es lo que esperamos de quien mandó en Pussy Galore e imperó cual sátrapa en la Blues Explosion. Vaya si va encendido el menda.
Estas tomas entre explosivas y neumáticas se antojan registradas en pleno horneado, antes de que la canción se domestique. El primer disparo, «Junk Man», reparte tremendo manotazo en el perfil de nuestros gobernantes y su avaricia, putos vendedores de chatarra. «Death Ray» es lo que le vendría bien a este mundo que se ha vuelto loco, loco, loco, y los Hitmakers lo anotan con rabiosa urgencia, como un resacoso Peter Zaremba protagonizando el remake de Plane 9 from Outer Space. «The Worst Facts» mira de frente a la vejez que pronto acosará a este íncubo que ha vivido rápido e intenso y que, además, nunca estuvo por hostias. «Rotting Money» electrocuta a Sex Pistols con insidiosa malicia mientras que la deliciosa «My Hit Parade» lista pecados veniales, en una colección de trece títulos que sorprenden y confunden por igual, esperemos que augurando actuaciones de las que saldremos zarandeados pero mejores.
Música para el fin de los tiempos. O sea, pasado mañana. Tú ya me entiendes.
IGNACIO JULIÀ