Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.
De un tiempo a esta parte han aparecido infinidad de vídeos y artículos explicando que el rock and roll lo inventó una mujer, «pero te lo han estado ocultando». Todos ellos en formato ciberanzuelo para atrapar a personas con tendencia a la conspiración y, sobre todo, a creer que manejan información privilegiada. No les importa que sea sesgada y escueta, porque no es cuestión de distinguirse por sus conocimientos, sino como poseedores de una verdad oculta, solo para iniciados
. Si nadie les cree, mejor, eso les convierte en elegidos. Asumo que saben a qué me refiero. El mundo ya está lleno de personas así, que entre afirmaciones tales como “las vacunas no sirven para nada” o “en realidad no hay una guerra en Ucrania”, te hacen una seña para que te acerques y te dicen sottovoce “el rock and roll no lo inventó Elvis, lo inventó una mujer”.
Es indiscutible que esas personas han existido siempre. Estoy seguro de que en el preciso instante en el que el Homo Erectus descubrió el fuego, surgió una línea de pensamiento contraria a la existencia del mismo. Negaban que calentase e incluso apuntaban a una teoría alternativa según la cual ni siquiera iluminaba. Nadie con un mínimo de criterio defiende que Elvis fue un pionero en 2022, por desgracia, ese mínimo de criterio es poco común. Tan inusual que es fácil dar con seres humanos convencidos que al verbalizar que Elvis no es el responsable de la existencia del rock and roll, están ampliando los horizontes musicales de sus iguales. Lo inquietante de esto es que estamos en el Siglo XXI, la era de la información. La tecnología ha democratizado el acceso al conocimiento de toda índole, sin embargo, el grueso de nuestros compañeros y compañeras de especie ha decidido que un algoritmo diseñado para fijar su atención en la pantalla de un teléfono inteligente, por cuestiones estrictamente comerciales, les oriente por este valle de lágrimas que es la vida y, sí, esto tiene una gran aceptación social. Tanto es así que la gente cita como fuente a cualquier tarado o tarada que sigue en redes sociales. Nadie se plantea consultar las fuentes de estos y estas gurús. Por descontado, ni se plantean buscar información que no pueda ser consumida a través de vídeos o audios en plataformas de acceso gratuito y cuyo lenguaje sea un poco más elevado que el que se usa en el parking de una discoteca. Ni hablar de buscar una fuente primaria para verificar algún dato. A día de hoy, el concepto “fuente primaria” dibuja en la mayoría de las mentes algún tipo construcción arcaica, de piedra o hierro, de la que brota agua potable. La desinformación es como el consumo excesivo de alcohol y el sexo anal ocasional con desconocidos, nadie saca pecho por ello pero tampoco le pone un pero. Creo que son tres de los grandes problemas de occidente. No seré yo el que levante su voz contra las RRSS y las plataformas de streaming, lo que cuesta de entender es que sean consideradas pozos sin fondo de sabiduría. Frases como «he leído en Twitter» o «he visto en Instagram» dan paso a consejos médicos por parte de cualquiera y a nadie le extraña demasiado. En realidad ya nos hemos acostumbrado. La cosa ha llegado al sonrojante límite de citar el argumento de “La Red Social”, de David Fincher, para defender Facebook a la par que se resta valor a lo que sabemos al respecto a través de sentencias judiciales. No lo vimos venir.
El otro día me acerqué al concierto de un amigo. Mientras esperaba en la barra con una cerveza se me acercó un tipo y me preguntó: “a ti te gusta el rock and roll, ¿no?”. Dudé, estuve a punto de decir que no e irme, pero asentí. “A mi también”, prosiguió, “sabes que no lo inventó Elvis… fue una mujer, una tía, negra… una tal Sister no sé qué, es increíble que esto no se sepa…”. Me hice el sorprendido, obviamente, e incluso defendí un poco a Elvis Presley y a Scotty Moore, por sacudir un poco el avispero, pero tuve la impresión de que el tipo creía que Scotty Moore era el de las películas de James Bond. Intenté provocar algún tipo de reacción en mi interlocutor pero fue imposible, se había acercado a mi para contarme que una “tía, negra,” había inventado el rock and roll y sacó su móvil con decisión para que fuese la todo poderosa Youtube la que me cerrase el pico. Di por hecho que me iba a poner “Strange Things Happening Every Day”, pero no lo hizo. En su lugar me enseñó este vídeo de “This Little Light Of Mine” mientras sentenciaba “es que mira lo que hacía esta tía antes que Elvis”. Lo primero que captó mi atención fue el título del vídeo: “« This little light of mine » por Sister Rosetta Tharpe (1960)”.
En primer lugar por los espacios entre las comillas y el nombre de la canción; En segundo lugar porque estaba indicado entre paréntesis que se trataba de una grabación de 1960. No quise ponerme estupendo a la primera pero me vi obligado. Ya no por el hecho de que Gayle Wald publicase “Shout, Sister, Shout!: The Untold Story of Rock and Roll Trailblazer Sister Rosetta Tharpe” hace catorce o quince años, es que para la década de los años 60 Elvis incluso había dejado el rock and roll. Por algo hizo un espectacular retorno al género en 1968. De modo que no tuve más remedio que poner el acento en que no se podía decir que estuviéramos ante una evidencia empírica de nada. Esto contrarió a mi contraparte, que se apresuró es recurrir a Google, poca broma. Mientras me enseñaba la pantalla de forma desafiante y tecleaba “primera canción de la…”, y el oráculo de occidente le sugirió la siguiente búsqueda: “primera canción de la historia del rock and roll”. A nuestro amigo, al que voy a empezar a llamara X, le gustó la idea y marcó esta opción con el dedo. Lo siguiente que vimos fue una foto de Chuck Berry junto al siguiente texto: “Un 21 de mayo como hoy, pero de 1955, Chuck Berry entró en el estudio de grabación para firmar el que sería su primer single, “Maybellene”. Es considerada, en líneas generales, como la primera canción de rock and roll de la historia, como lo entendemos hoy día”. Justo debajo aparecía una fecha, 21 de mayo de 2020, y un artículo de la web https://www.rockfm.fm/ titulado ¿Cómo gestó Chuck Berry la primera canción del rock and roll?. Por la cara que puso X, la efeméride no le había hecho mucha gracia. Nos miramos, no dijimos nada, volvimos a mirar la pantalla del dichoso aparato inteligente y nos volvimos a mirar. Debido a la tensión que se estaba generando entre ambos le propuse que añadiese Sister Rosetta Tharpe a la búsqueda. Tras una pausa contemplativa, X hizo un gesto de aprobación y añadió el nombre de Tharpe a su pesquisa digital, ¡Bingo! Ambos pudimos leer “Su canción “That’s all” está considerada como la primera grabación de la historia del Rock & Roll. ¡Y es de 1938!”. Una cita de un artículo de https://www.pikaramagazine.com. X se apresuró a acceder al mismo y buscó directamente esa frase, a renglón seguido de la cual se podía leer: “En ese momento, Little Richard tenía 6 años, Chuck Berry 12 y Elvis Presley 3, para que tomemos perspectiva”. “Mira, mira, Elvis era un bebé y el otro (Chuck Berry) un crío”. Sobre Little Richard no se pronunció.
X se acerco a una mujer que parecía ser conocida suya (aunque no llegué a estar seguro) y le explicó su versión de lo ocurrido, en la que además de lo que acabo de relatar se me presentaba como a un ignorante y un machista irredento. Interesante, sobre todo teniendo en cuenta que sin mi ayuda hubiera tenido que asumir que estaba equivocado puesto que los dos pilares que sostienen la cultura popular de occidente, YouTube y Google, le habían dado una lección de humildad al apuntar que Chuck Berry inventó el rock and roll cinco años antes de que Sister Rosetta Tharpe fuese grabada interpretando “This Little Light Of Mine”. Pero no quise desautorizar a X delante de nuestra amiga porque percibí que todo esto era una forma de cortejo extremadamente bizarra por parte de X y, en mi papel de machista irredento, decidí no hacer nada que pudiese dificultar tan original ritual de apareamiento. Ella se mostró descontenta con todo el asunto y le dijo a X que haber grabado una canción en 1938 no era concluyente, el rock and roll podía existir desde mucho antes. Eso dinamitó la conversación y creo que también el cerebro de X. Ella, a la que voy a llamar Y, sacó otro dispositivo de su bolsillo trasero y, para nuestra sorpresa, no tecleo, le habló: Pon la primera canción de la historia del rock and roll según Wikipedia, ¡BOOM! La verdad es que el giro de los acontecimientos añadió mucha tensión al improvisado debate. “Es evidente que si algo ha sido escrito por alguien en la Wikipedia en español, es verdad y punto” dije con sarcasmo por debajo de una voz robótica que decía: “De estas canciones, Rocket 88 (Jackie Brenston), Rock Around The Clock (Bill Haley) y That’s All Right (Mama) (Elvis Presley) son las que con mayor frecuencia son señaladas como la primera canción de rock and roll”. A continuación sonó “Rocket 88”, de Jackie Brenston and his Delta Cats. El coautor es Ike Turner y la produjo Sam Phillips, puestos a elegir una pieza precursora del rock and roll, nos podíamos quedar con esta y pasar a otra cosa, propuse que desde ese momento, para nosotros tres, “Rocket 88” fuese la primera canción de la historia del género y pidiéramos otra ronda. Tuve la impresión de que a Y le daba exactamente igual, le gustaba la idea de tener razón y vacilar a X que, por otro lado, no estaba dispuesto a retractarse. Él había visto un sesudo vídeo de quince minutos en YouTube en el que un tipo explicaba que el rock and roll lo había inventado “la señora esa negra” y eso era mucho más creíble que el resto de indicios que habían surgido a lo largo de nuestra tertulia multimedia. Para mi sorpresa, Y se mostró muy interesada en el vídeo en cuestión y propuso que fuésemos a su casa a verlo. Aseguró que vivía cerca y podíamos comprar cervezas de camino. Yo quería ver el concierto por el que estaba en ese local y, sobre todo, la situación empezaba a parecer un relato de Roald Dahl. Como he empezado diciendo, los tres grandes males de nuestro tiempo son, por demasiado normalizados, la desinformación, el abuso del alcohol y el sexo anal con desconocidos. No había que ser doctor en matemáticas para ver que en aquella regla de tres ya teníamos desinformación y alcohol, no me apetecía en absoluto despejar la X, nunca mejor dicho. El caso es que me vi obligado a fingir una tos repentina mientras me agarraba el pecho y repetía entre dientes “coronavir… coronavirrrr… coronavirus…”. X e Y se apartaron de mi como almas arrastradas por el demonio y se fueron. Acto seguido me tuve que ir yo también, puesto que el resto de La pandemia nos ha dado alternativas sociales muy útiles, además no tenía (ni tengo) ganas de cuestionar a Sister Rosetta Tharpe.
Dolphin Riot