Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.
El músico californiano debutó tirando de la más pura ortodoxia blusera. Con Robert Johnson como máxima influencia se posicionó como una de las grandes esperanzas del género. Mucho ha llovido desde aquellos primeros álbumes y durante su larga trayectoria otros sonidos se fueron incorporando a su paleta de colores hasta llegar a crear un espacio en el que algunos estilos de la música de raíces norteamericana, fundamentalmente el blues, el soul, el góspel, el jazz y algo de funk suave, simpatizan y conviven sin demasiados problemas. Asimismo, también ha ido haciendo mucho más accesibles sus grabaciones, quizás tratando de encontrar un público más allá del puro y duro aficionado al blues, llegando a caer en una cierta estandarización en sus últimas obras.
Este nuevo disco, Good To Be… (Rounder, 2022), cuenta con una producción pulida, sin ninguna arista, y que peca de estar edulcorada en exceso. Sin embargo, a pesar de arriesgar entre poco y nada, sale más o menos airoso debido a su dominio vocal y a la elegancia y el saber estar con que afronta la interpretación de las canciones. Le echan una mano Darius Rucker, Kristin Chenoweth y los fabulosos Old Crow Medicine Show, que hacen de «The Medicine Man» el mejor momento con mucha diferencia de todo el álbum, junto a la nostálgica «62’ Chevy» y la vitalista «So Easy».
Si fuera por mí, tengo claro el consejo que le daría al bueno de Keb’, agarra la guitarra y vuelve al cruce de caminos…
Manel Celeiro
