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Ilegales – Razzmatazz (Barcelona)

Unas luces rojas se encienden y se apagan. Son como el pulso acompasado de un organismo en reposo. Los latidos se aceleran, y degeneran en taquicardia. La banda aparece vestida de riguroso negro, y arranca con la primera salva de temas. En esta época de guerras, noticias falsas, pandemias y desabastecimientos, el público parece ávido de exabruptos sonoros y de bandas que dicen hasta aquí podíamos llegar. A Jorge Martínez se le ve eléctrico, en plena forma. Saluda con la intensidad de un adolescente, dispuesto a todo. Para presentar “Si No Luchas Te Matas”, nos dedica el primero de varios monólogos breves y reivindicativos: “Cuando empezamos hace 40 años nadie nos daba ni un mes de vida, y aquí seguimos. En cambio, otras muchas bandas mucho más mojigatas llevan años chupándole el coño a Satanás”. El mensaje es diáfano, ser manso es peligroso. Los ilegales suenan afilados y compactos. Jorge, por su parte, llega sobrado de voz, y demuestra una vez más ser uno de los mejores guitarristas que ha dado este país. Lo que sale de sus amplificadores son hachazos dignos de Wilko Johnson o riffs sincopados como los de Joe Strummer; a veces parece arrancar tarde con los solos, como hacía Antonio Vega, pero al final siempre consigue llevarse al resto de la banda a su terreno.

Con “Ella Saltó por la ventana” empiezan los cánticos entre el público, y el primer punto de ebullición llega con “Agotados de Esperar El Fin”; Durante la primera hora larga de concierto, el grupo va alternando los himnos con marcianadas de tecno punk, o con secuencias de temas mucho más eclécticos, como cuando Mike Vergara cambia por primera vez la guitarra rítmica por el órgano. Es esos momentos de transición los Ilegales pueden facturar pop, mod, new wave (“Voy Al Bar”), o garaje sesentero. Algunos temas recientes, como “El Bosque Fragante y Sombrío” recuerdan a artistas optimistas y luminosos de los 80, como Roddy Frame de Aztec Cámera. Otros, mucho más antiguos, como “Enamorados de Varsovia”, remiten a bandas más oscuras de aquella misma época; El público tiene el tiempo justo para recuperar fuerzas, y entonces viene la ofensiva final. “Destruye”, “Bestia Bestia”, “Soy Un Macarra”… en los compases finales de “Mi Amigo Omar”, la banda está dándole tan duro que los instrumentos cortocircuitan y un inmenso chispazo los obliga a detenerse brevemente, momento que aprovecha Jorge para darle unos sorbos a un enorme cubata, negro como un tizón, y decir, eufórico: “salud, que hasta ahora no había bebido un puto trago; hace poco me sacaron un pedazo de tripa, pero aquí nos tenéis, ya hemos tocado en Santiago, en Bilbao, en Valladolid, luego nos iremos a Valencia, y luego a Chile, a Perú… “.

La recta final consiste en “Todo Lo que digáis que somos”, “Dextroanfetamina”, “Yo Soy Quien Espía Los Juegos de Los Niños”, “Hombre Solitario”, “Europa Ha Muerto”, “Tiempos Nuevos, tiempos Salvajes”, y “Problema Sexual”… Jorge se despide: “estos 40 años han pasado como un suspiro, tengo 66 años, y creo que todavía tengo cuerda para otros diez, así que el infierno me espere largos años, y la muerte nos perdone por nuestra ausencia”. El último tema de la noche es, precisamente, “Canción Obscena”, que suena por los altavoces en modo playback. Durante los primeros compases, los componentes del grupo cantan por encima de la grabación, pero llegado un punto nos dan la espalda, se hacen una foto con el público como telón fondo, y desaparecen por el backstage, mientras unas cortinas se deslizan desde los extremos del escenario hasta encontrarse en el centro. Larga vida a Jorge Martínez, larga vida a los Ilegales.

Texto: Alex Fernández de Castro

Fotos: Marina Tomás

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