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Cock Sparrer 50 aniversario – Wizink Center (Madrid)

 

Sólo un día después del festival que había encabezado The Exploited en la Sala Cool y coincidiendo en la misma ciudad y la misma noche con el repaso que hacía Ana Curra a los 40 años del disco de Parálisis Permanente El Acto, los británicos Cock Sparrer celebraban su aniversario (50 años) en el Wizink Center madrileño. Para la ocasión se había preparado un cartel en la que habían invitado a participar a otros seis grupos. Tarde noche pues dedicada por completo al punk.

La jornada la abrió la banda local Suzio 13, que gustosamente aprovecharon la oportunidad que les brindó la caída a última hora de los inicialmente anunciados Yugular. Firmemente comprometidos con la amplitud de miras musicales, sus discos (que, por cierto, se podían encontrar casi en su completa totalidad en el puesto de venta) rezuman aires de pandilla callejera de The Clash, la alegría vital de los Red Skins y el orgullo de barrio.

La ración de punk británico de la velada comenzó con The Chisel. La joven banda de reciente formación aportó un buen contrapunto a lo que llegaría al final. Tras tres EPs en los que, por ejemplo, incluyen una versión de The Business («Harry may»), acaban de sacar un disco de larga duración en el sello londinense La Vida es un Mus, Retaliation, cuya portada tiene algo del diseño gráfico del Babylon’s Burning de The Ruts aunque con un aire mucho más épico y menos abigarrado. Su sonido bebe sin problema de fuentes muy distintas y habrá quienes crean distinguir elementos de street punk o del abrasivo UK 82 sin que su imagen pudiera sugerir adscripción a ninguna de las dos corrientes.

Quienes sí que no dejan duda acerca del palo del que van son los franceses Lion’s Law. Protagonistas de una escena de la que no dejan de llegar noticias, su Oi! se aleja de la propuesta de compatriotas suyos como Rixe para explorar coordenadas más cercanas a bandas como los catalanes La Inquisición. Similares tonos en claroscuros, con referencias a una épica casi espiritual en la que aparece dolor, sangre y espadas. Esos son los parámetros con los que viene marcado precisamente su disco más reciente The Pain, The Blood and The Sword (2020) con portada en blanco y negro, griales y almas penando en el infierno. Estética skin sobre el escenario donde desplegaron un repertorio basado en una voz principal de garganta rota como exigen los cánones del género, coros aportando el contrapunto melódico y unas guitarras que se decantan sin tapujos por la contundencia que da sus querencias al rock duro. Cantan principalmente en inglés (algunos de sus componentes militan ya en proyectos exclusivamente francófonos), pero intercalan temas en su lengua materna como «Destin Criminel», «Un jour» o «Sablier». Su cantante, Wattie, se defiende en español y mandó dedicatorias a los compañeros de infancia y los que habían venido de lejos para acompañarles. Igualmente supo lanzar un grito de “Puta guerra” en uno de sus alegatos. Dejaron la impresión de andarse con pocas bromas.

The Casualties

El cartel incluía la participación de los estadounidenses The Casualties. Banda de largo recorrido que desde su comienzo en el 1990 había venido sufriendo numerosos cambios hasta estabilizar definitivamente la sección rítmica allá por el 98 con la entrada del bajista Rick López. La formación que tocó en Madrid tenía en el guitarrista Jake Kolatis y el batería Meggers a los miembros con más años en el grupo, habida cuenta de que el cantante original, Jorge Herrera, se retiró en 2017. Con el actual, David Rodríguez, llevan ya dos discos editados Written in Blood (2018) y Until Death Studio Sessions (2019). Estos neoyorquinos siempre tuvieron la vista puesta más en el Reino Unido a la hora de establecer afinidades que a bandas de punk contemporáneas suyas más cercanas geográficamente. No ha de extrañar pues que, por ejemplo, Ian Winwood los ignorara por completo en la revisión que hizo de la explosión del punk norteamericano de los 90 en su libro Smash! centrándose, sin embargo, en Green Day, Offspring, Bad Religion o NOFX. Y es que The Casualties se movían mucho más cómodos en coordenadas cercanas a las de G.B.H., The Exploited o Varukers. En el Wizink Center iniciaron su actuación tras los acordes del «I fought the law» de The Clash y un sonido de balas. Batería rapado al cero, bajista con pelo corto en punta blandiendo un bajo en forma de flecha y crestas mohicanas largas de colores para el cantante y guitarrista. Su música sigue la política de no dejar prisioneros, abrasiva y a toda velocidad, pero en directo supieron exhibir una interesante riqueza de registros a pesar de que la consigna general es la de no levantar el pie del acelerador salvo en contadas ocasiones. Ocupado el puesto de cantante siempre por apellidos en castellano, tampoco ha de sorprender demasiado la inclusión del tema «Ya basta» escrito en el español de la ciudad de los rascacielos. Se ganaron al respetable por entrega y por detalles como el de David, que se perdió entre las primeras filas durante parte de la actuación.

Tropa do Carallo

Quien también había conseguido plaza en el cartel fue Evaristo Páramos. Tras una convulsa acumulación de acontecimientos que incluían gira suspendida de La Polla Records (LPR) por pandemia, disco y DVD de la gira, documental sobre la banda, final de Gatillazo y aparición de La Excavadora, Tropa do Carallo tiene algo de patada hacia delante del cantante de Salvatierra. En el nuevo proyecto participan los también componentes de LPR, Abel Murua (bajo) y Tripi (batería), junto al guitarra Alberto Salgado. Traían ya disco de debut, Qué Hostias Andais!, y la actuación del otro día sirvió a bien seguro como foro de presentación más amplio con el que completar las dos que llevan en el pasado mes de enero por El País Vasco. La última vez que los tres primeros vinieron al Wizink, lo llenaron (la pista y todas las gradas) durante dos días seguidos; venían entonces en la gira de LPR, pero en esta ocasión el formato era algo distinto y defendieron repertorio ante una audiencia mucho menor y que además no había acudido principalmente a verles a ellos. No dejaba de ser chocante el contemplar la indiferencia con la que los extranjeros cerveza en mano miraban a Tropa do Carallo sobre el escenario. Sus letras, con el ADN distintivo de Evaristo, que proclamaba las excelencias de una sociedad atestada de picoletos y de madridistas movidos por la pasta, y sus ganas por hacerse dueño de un equipo de fútbol, no parecían emocionarles. Al seguidor de siempre, sin embargo, le valió para hacerse una composición de lugar de la rabiosa actualidad alrededor de una de las figuras más destacadas del punk de estas latitudes.

La cita con la nostalgia británica empezó con Anti Nowhere League. Desde los comienzos de la banda allá por el 79, el cantante Nick –Animal- Culmer tuvo claro lo de no dejarse atar por imposición alguna de reglas y estéticas por aquello de pertenecer a determinada escena. De hecho, en las primeras formaciones sus componentes presentaban una amalgama de pintas en la que convivían por ejemplo, moteros y rapados. En esta ocasión sus compañeros al bajo y guitarra lucían unas pobladas barbas y sombreros que no hubieran desentonado en absoluto en alguna convención de seguidores de los ZZ Top. En cambio, cuando saltó Animal al escenario, hubo algo parecido a la sensación de estar viendo un espectro del pasado: Él sí presentaba su inconfundible apariencia de pelo poblado ensortijado, gafas de sol y chupa de cuero sin mangas con la que se ha identificado en la mayoría de las ocasiones. La banda arrancó tras un sonido de campanas de presentación con una tanda de clásicos de siempre: «Can’t stand Rock ‘n’ Roll», «We will survive», «I hate… people» y, tras ponerse el batería (con camiseta sin mangas y coleta corta) de pie sobre el bombo, «Let’s break the law». Estuvo comunicativo Animal al micrófono con algún que otro inciso con el público, como cuando para presentar «For you» invocó a todos “brothers and sisters” a una comunión entre “punks, skins, mods, bikers”. Fue la suya la actuación con algún que otro problemilla de sonido y acoples no deseados. En su repertorio hubo momentos como «So what» y desparrames cachondos de discos posteriores como la canción dedicada al cantante de UK Subs “Charlie Harper”, «God bless alcohol» o «Fuck up and wasted». Eso sí, para el final se reservaron «We are the league». Dejaron muy buen sabor de boca.

Anti Nowhere League

 

Pero rápidamente quedó claro que los protagonistas de la noche eran Cock Sparrer. La aparición de los del East End londinense sobre el escenario apretó inmediatamente las primeras filas, condensando al público que había estado antes desparramado por toda la pista. Lo hicieron tras acordes de teclado y cierto aire de rock progresivo. Aparecieron los cinco componentes vestidos todos de negro y entonando el «Riot squad» ante el clamor del respetable.

Lo cierto es que a lo largo de su carrera, Europa y Estados Unidos siempre han supuesto una válvula de escape para la banda, bien por encontrar fuera de casa lugares donde tocar sin tener que sufrir la violencia que acompañó a la escena Oi! británica o por recibir ofertas para editar material nuevo que no tenían desde los sellos ingleses. Y aunque eso no pusiera a España en un lugar especial en ese otro mercado extranjero que trabajaron, fue precisamente aquí donde su primera discográfica, Decca, sacó en 1978, True Gift, donde se recogían las primeras grabaciones de la banda, y donde quedaba de manifiesto todo el tiempo invertido en sus comienzos en el circuito del pub rock R&B londinense, impregnado aún de fuertes aires de glam rock macarra.

Eso sí, de aquella época fue también «Runnin’ Riot» su primer sencillo, editado cuando llevaban cinco años y que era ejemplo claro de la transición hacia el Oi!, la banda sonora de aquella generación de jóvenes sin futuro y sin ninguna gana por envejecer como sus padres. Colin McFaull, el cantante, presentaba la canción convenientemente tras una tanda de temas correspondientes a algunos de los discos que sacaron a partir de los 90: «One by one», «What’s like to be old?» … Ocasiones todas ellas para verificar que como decía el periodista y promotor musical Garry Bushell, Cock Sparrer eran melodía en vez de monotonía, y que efectivamente hay material fuera de su primer LP, el fantástico Shock Troops (1983), que logra atrapar interpretado en un escenario frente a miles de personas.

El que quizás mejor explotaron fue «Because you are young», que como se encargó de recalcar el cantante, era composición de Steve Burguess, el bajista. “Es vuestra responsabilidad el educar bien a vuestros hijos” clamaba en la presentación de la canción contenida en el Guilty As Charged (1994). “You’re always sure, you’re always right / You see it all in black and white / You never listen to anyone / Because you’re young”. De acuerdo, no es el «My generation» de los Who, pero clava la insolencia y seguridad sin réplica de la juventud. Todo ello con un ritmo y tensión melódica que le convierte en uno de los himnos dentro del repertorio de los ingleses.

Cock Sparrer

Pero si nos vamos a poner trascendentes hablando de himnos y canciones atemporales de Cock Sparrer la referencia obligada es la del mencionado primer disco, probablemente uno de los mejores de la época y de su género. El que les convirtió en fundamentales junto a Cockney Rejects o The Business. Si hubiera que indicar alguna pega yo apuntaría a cierto desequilibrio entre lo rotundo del mismo y su final, quizás más prescindible. Y ¿por qué no? ¿No quedaba mejor una portada como la del decepcionante Running Riot in ’84 (1984) que presentaba una foto con incidentes en las gradas de un West Ham Utd contra el Millwall en 1979?. A mi juicio los mejores momentos del concierto se vivieron cuando interpretaron la impactante «Watch your back», «Working», «Take’em all» o «I got your number», a la que siempre le vi cierto aire a Undertones.

Disfrutaron e hicieron disfrutar a los que les vimos. Como a los pocos afortunados que seguían el concierto colocados en un lateral en el mismo escenario, entre los que se encontraba la joven que, incapaz de contenerse más, salió en uno de los temas a bailar junto al cantante. El que sí supo decir que no a la invitación de éste para que se le uniera al micrófono, fue el mismo Animal, el cantante de Anti Nowhere League que ya cambiado y relajado tras su actuación se lo pasaba en grande viendo a sus compatriotas.

Para los extras que dejaron como bises también ofrecieron cierto juego de comparaciones porque, si bien empezaron con «Suicide girls», un tema del álbum Here we Stand (2007) las que funcionaron realmente bien fueron «England belongs to me», la canción que como en su momento reconocía Colin McFaull le costó “cinco minutos componer y unos veinte años explicar” y, sobre todo «We’re coming back». Apoteósica.

Y es que, para qué negarlo, al tener que elegir cuál de las dos cajas editadas por Captain Oi! con 4 Cds cada una firmada por los componentes del grupo me llevaba a casa, no lo dudé mucho y me quedé con la primera, la que comprendía la música de Cock Sparrer entre 1978 y 1987. ¡Qué le vamos a hacer!

Texto: Tomás González Lezana

Fotos: Salomé Sagüillo

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