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The Divine Comedy – Cruilla Primavera, L’Auditori (Barcelona)

En tiempos de minimalismos musicales, rescatar la obra de The Divine Comedy y hacerlo en un lugar con tan buena acústica como l’Auditori supone una fabulosa tabla de salvación. Crooner entre los crooners pero sin perder su esencia pop, Neil Hannon nos deleitó con más de dos horas de acertado repertorio.

Hasta bromeó con arrepentirse de haber compuesto tantas canciones y lo cierto es que cuando una repasa su discografía son muchos los años y las excelentes composiciones que no podía pasar por alto. Después de casi tres décadas demostró cómo tiene claros cuáles son sus hits imbatibles y por eso no dio demasiadas vueltas al orden de su repertorio: simple orden alfabético, con muchos éxitos del pasado pero también algunas composiciones más recientes como ‘The Best Mistakes’ o ‘Norman and Norma’. Lo cierto es que echamos de menos que la cortina roja del fondo se bajara y apareciese una sección de cuerdas maravillosa para vestir más algunas de sus más emblemáticas canciones.

Pero son tiempos de carestía en el panorama de las giras y bastante hizo con contar con su solvente su banda, acordeón incluido, para suplir esa carencia. De aquella escena indie británica de los 90 el irlandés siempre nos pareció uno de los más firmes candidatos a seguir en la palestra. Y así ha sido, porque sus canciones no se centran solo en preciosas melodías pop sino que beben de un clasicismo y un sentido orquestal muy elaborado. Siempre elegante y ajustado vocalmente, así es en directo. Con la pandemia aún coleando, consiguió llenar un Auditori con un show sin las estridencias ni a la teatralidad excesiva de otros (salvo en algunos momentos del show). Y no solo eso, sino que ha sorteado también las ansias del pop independiente por reformularse y adaptarse a los nuevos tiempos y formas de producción. Él es sota, caballo y rey y con eso sobrevive en este negocio musical. Con eso y con la gloria de ofrecer bellas canciones que, de acuerdo, podrán emular mucho a Bacharach, Sinatra o Scott Walker pero jamás son copias baratas.

Y, aunque su baza principal sean sus melodías, relucen más capas en su música que la enaltecen. Por ejemplo, esas letras irónicas, originales y plagadas de referentes literarios que nos hacen olvidar las carencias de sus últimos discos, dignos aún pero más irregulares. Si hasta se permitió bromear con el hecho de que sigue bebiendo gin tonics y habla de sus groupies para, acto seguido, declarar que en realidad va a cantar una canción a su señora madre (‘Mother dear’). Y es que la mayoría del público asistente ya no tenemos veinte años y estamos más cerca de alabar a la mujer que nos dio la vida que de irnos de fiesta.

Esa sintonía con nosotros la mantiene, y es un deleite emotivo escuchar el romanticismo casi barroco de su repertorio más exquisito: ‘A lady of a certain age’, ‘Everybody knows (Except You)’, ‘Lucy’, ‘Your Daddy’s car’ o, ya al final, ‘Tonight we fly’ y ‘To the rescue’. Una noche, vaya, en la que volvimos a sentir que la frescura idealista de nuestra juventud no ha abandonado aún nuestros curtidos corazones. The Divine Comedy es para nuestra nostalgia ese hermoso y delicado jardín en el que refugiarnos cuando lo chabacano, lo estridente o la querencia excesiva por lo lo-fi amenace de muerte al clasicismo pop más orquestado. Así que, como el señor Hannon se encargó de evidenciar,’ if the world hasn’t completely collapsed next time see you then’ (‘Si el mundo no ha colapsado del todo en la próxima ocasión, nos volveremos a ver’). Que así sea, Mr. Hannon.

Texto: Alicia Rodríguez

Fotos: Pepe Velasco

 

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