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Sons of Kemet – Independance Club (Madrid)

 

Ouch, la primera en la frente: cuando Shabaka Hutchings se sube al escenario del modesto Independance (por tamaño), anuncia que Theon Cross no formará parte del cuarteto esta noche y que él será el único que sople en la vigilia madrileña. Una baja clave, no solo porque es perder una cuarta parte del grupo, sino también el componente esencial que distingue a Sons of Kemet del resto de aventuras de Hutchings, esa tuba que marca el beat como un bombo electrónico y que sirve de contrapunto a los dibujos del saxofonista: uno de esos casos donde cabía hacerse la pregunta de si no debería haberse cancelado el concierto. Aparentemente fue una causa baja muy puntual y de fuerza mayor ya que en Barcelona sí apareció la tuba.

Y aunque Hutchings concede el beneficio de la duda al público al recordar que han debatido si tocar o no, la verdadera confirmación de que siempre debieron haberlo hecho emerge del escenario. Azuzado por las circunstancias, el trío formado por el saxo (y flauta ocasional) de Hutchings, gimnasta con cinta y camiseta de tirantes, y los percusionistas Tom Skinner y Eddie Hick consigue hacer olvidar pronto a Cross. Quizá aquello no fuese el desparrame estival que pude contemplar en el verano de 2019 en el londinense Somerset House (jugaron en casa y ganaron por goleada), pero los pasajes introspectivos, que aluden al trabajo del saxofonista con los Ancestors, y la fiesta hipnótica importada del Caribe que en más de una ocasión se acercaba a los delirios futuristas de The Comet Is Coming funcionaron como el mejor reencuentro posible con los conciertos-de-verdad-de-pie tras la era del covid.

Otra parte del respetable, no obstante, recordó algunas de las reservas que ya mantuvo en otras ocasiones, como la tendencia de la banda al desparrame de gran festival (o club) basada antes en el ritmo repetitivo, hipnótico, de los fraseos de Hutchings, que en profundizar en el repertorio de Your Queen Is a Reptile y Black to the Future. No es falta de ambición, es que lo suyo es otra cosa, más cercana al éxtasis físico que a la introspección mental. Aún en la peor de las circunstancias, vencen y convencen. Una batalla ganada que, sin pretenderlo, consiguió el sueño dorado del marketing: dejarnos con ganas de más incluso después de una hora y media extenuante.

Texto: Héctor G. Barnes

Fotos: Salomé Sagüillo

 

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