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Boy Pablo – Tomavistas Ciudad / Ocho Y Medio (Madrid)

 

Nicolás Pablo Muñoz, Boy Pablo para los amigos de lo musical, es un imberbe, risueño y, apuesto a que, feliz, músico veinteañero, de origen noruego y ascendencia chilena. Tuvimos la suerte de verle en su premiere hispana, en el Primavera Club de 2018, donde ya dio señales de que su música tiene gancho pop, una innegable cualidad bailable e incluso, cierta filiación por las baladas AOR azucaradas, tan frecuentes en el canal VH1 o cualquier radiofórmula de serie media.

 

En sus primeros pasos asomaba el plumero de Mac DeMarco, algo que, con toda honestidad, no disimulaba demasiado. Para bien y para mal. Pero poco a poco se ha labrado un sello de autor, con el que agita con naturalidad todo lo apuntado unas líneas más arriba, dando lugar a un sonido reconocible y reconfortante.

Con un casi lleno, y una joven pléyade de fans, ávidos de cantar al unísono sus hits, como así fue, el bueno de Pablo exhibió sonrisa de oreja a oreja y sentido del humor a partes iguales, mientras iba despachando toda su artillería pop. Nos visitó en formato cuarteto, sustituyendo los teclados y percusiones en vivo por una versión enlatada de los mismos, algo que no tuvo demasiada incidencia en el devenir del show.

Adulado en cada gesto por sus jóvenes seguidoras (servidor no veía nada igual desde hacía mucho tiempo), el tímido escandinavo acometía, hit tras hit, siempre sonriente y con sus entrañables mejillas enrojecidas, un repertorio generoso y bien hilado, que deja entrever que si su presente es primoroso, en su futuro no se parece atisbar techo alguno.

En lo que a repertorio se refiere, «Feeling Lonely», «Wachito Rico» o «Dance, Baby!», sonaron estupendas y vigorosas. Por otro lado, «La Novela», baladón recientemente editado, tampoco desmereció, en una muestra de su versatilidad y tendencia al romanticismo más naif y edulcorado, dicho esto último sin ánimo peyorativo. Todo lo contrario.

Muy dulce, sí, pero sabiamente administrado. Todo, gracias a una facilidad innata para hacer de lo sencillo y miles de veces transitado, como son esas baladas trilladas de FM, algo artesano, cercano, bien acabado. El futuro del pop tiene los ojos achinados, cara de niño y, sobretodo, una sonrisa contagiosa, literal y figuradamente.

 

Texto y foto: Daniel González

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