A “Ultramonte” (Humo Internacional) no le falta nada. Como a Platko. Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía. Ni el mar. Guardameta en el polvo, pararrayos. Es un disco en el que Pablo Und Destruktion destila melodía, ternura y navaja a partes iguales. Con textos precisos y evocadores arropados por ese forma de sonar que, siendo tan reconocible, no deja de sumar elementos en cada tránsito, “Ultramonte” no es la cima de una forma hacer música, es un lugar en el que acogerse a sagrado y disfrutar de cada recodo, porque no le falta nada y no es fácil al abrir un disco encontrarse con tanto.
En algunos medios he visto que consideraban “Ultramonte” como una especie de culmen de tu evolución como artista ¿Esta tiende evoluciona hacia lo alto o hacia lo ancho?
Primero se pega el estirón y luego uno va cogiendo cuerpo. Yo he tratado de desarrollar mi carrera a largo plazo, sin competir por ocupar un rol u otro en las pirámides sociales de turno e intentando, sobre todo, crear un universo propio, una forma alternativa de entender la realidad y de orientarse. De esta forma yo creo que cada disco y cada gira va sumando. En cualquier caso,, siempre me gustó la idea de vivir una vida ancha, sin renunciar a que sea larga.
De algún modo esperaba un disco igual de combativo pero más agresivo, y hay cierta tendencia a la redención, la calma, el humor, el poner distancia entre la herida y la vida ¿O es sólo cosa mía?
La agresividad puede perjudicar en el combate, uno puede dar palos de ciego. Mi idea con este disco era partir de la catarsis, y de ahí circular hacia la redención, efectivamente. Normalmente los conciertos, y casi todas las narraciones, terminan con esa catarsis, yo tenía interés por explorar lo que llega después de esa purga, y por poner unas reglas vitales y personales una vez librada esa batallita existencial.
Musicalmente “Ultramonte” es un disco menos abigarrado, menos, por así decirlo, barroco, que otros ¿hay una búsqueda de la pureza? ¿de encontrar la envoltura precisa, sin artificios?
Es curioso que lo veas así, porque probablemente es el disco más orquestado que tengo. Hay muchos instrumentos, pero a la vez son armonías sencillas, y como la grabación la hice en mi casa de los Picos de Europa, tiene cierto ambiente artesanal. A mí me gusta la sencillez, incluso la austeridad, creo que son virtudes. La música popular suele hacer fácil lo complejo, mientras que las vanguardias hacen al revés. Yo intento hacer lo primero.
Tras varios cambios en la formación y el concepto de banda ¿has dado ya con un núcleo creativo sólido y flexible?
En la grabación del disco han colaborado músicos de todas las formaciones de directo que he tenido. Ángel Kaplan, Alfonso Alfonso y Pibli giraron conmigo con “Predación”, Sara Muñiz y José Rilla con “Vigorexia emocional” y “Sangrín”. Para esta gira están Pibli, Dolfo Montes, que también es un viejo colaborador y Andrés Rodrigues, que es la última incorporación, y que con sus gaitas consigue un toque aborigen que llevaba años buscando. Estoy muy a gusto con esta banda y espero mantenerla mucho tiempo, pero cada disco pide unos arreglos y las vidas de las personas dan muchas vueltas. Afortunadamente siempre cuento con gente talentosa dispuesta a echar un capote.
La mezcla de recitados y melodías perfectas junto a tarareos ¿es una herramienta para quitarle algo de hierro a unas canciones en las que hay tanto texto, tanto qué contar, tanto qué decir?
Me salen así, siempre fui un poco Massiel con mis tarareos, y los recitados sí que me permiten concentrar texto en poco tiempo y jugar con las cadencias. Combinan bien unas con otras, e incluso con los silbidos, que también meto muchos y que me ayudan a meterme en las canciones.
¿Se puede sanar no sólo escribiendo o componiendo sino escuchando o cuando escuchamos sólo buscamos la profecía autocumplida?
Es importante hacer algo si uno se siente inquieto. Por eso obras son amores, y no buenas razones. Pero probablemente para hacer algo que tenga sentido uno tenga que escuchar y aprender primero.
He notado más citas al demonio que a Dios en este disco, pero también más paz que en otros ¿es cuestión de aceptar la sombra o cómo?
La duda está entre integrar a esa sombra o expulsarla. En cualquier caso, uno tiene que conocer antes las medidas del bicho en cuestión, de ahí las citas. Y puede que la paz.
¿Cómo ha sido el proceso de composición y grabación en las dichosas circunstancias especiales?
Pues este disco lo compuse durante estos años de gracia y lo grabé íntegramente en mi pueblo, que se ha convertido en una especie de refugio antiaéreo, un lugar para mantener cierta distancia y capacidad de observación. He tratado de tener la máxima serenidad posible y de concentrarme en lo realmente importante entre tantos fuegos artificiales, y algunos reales.
¿Cómo habéis llegado a este sonido mezcla de tradición, sintes y eso que le dicen orgánico (como si los sintes se tocaran solos)?
Yo traté de grabar todo lo posible por mi cuenta. Mi idea consistía en pillar la frescura de las canciones en bruto nada más componerlas. El contar con un pequeño estudio en casa me facilitó esa tarea. Después empecé a vestirlas, primero solo con sintetizadores y después con gaitas, violas y otros instrumentos acústicos. El objetivo era crear cierto retrofuturismo estético. Quizás quedó más retro que futurista, así somos.
¿Volverán las giras de tu balcón las tapias a poblar?
Las de las huertas, esperemos que sí. Las de balcón no, por favor.
Por último ¿recuperaremos todo lo que hemos perdido a nivel físico, legal y mental?
No hay mal que cien años dure, pero tardaremos. Desde que tengo uso de razón todo es más caro y está más legislado. No creo que recuperemos nada en el corto plazo.
Texto: Jorge Alonso.