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Blues en la encrucijada: Tinsley Ellis da una lección de clase en su nuevo disco, Devil May Care

 

Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.

El de Atlanta es uno de los muchos adolescentes que se vieron influidos por la recuperación que hicieron del blues las bandas de la invasión británica de los años sesenta. Ya saben, los Stones, Yarbirds, Animals y demás mozalbetes de la pérfida Albión dedicados en cuerpo y alma a revitalizar un estilo que los propios norteamericanos habían relegado a un seguro plano, por no decir al olvido.  Loco por esos sonidos, solamente le faltó ver al gran B. B. King sobre las tablas para tomar la decisión que guiaría su vida, ser músico de blues. Se batió el cobre en el circuito de bares y clubes y formó parte de combos como The Alley Cats o The Heartfixers (muy recomendables sus tres álbumes, especialmente Cool On It) antes de empezar a montárselo por su cuenta.

Profundo conocedor de los secretos del género, vocalista apasionado y guitarrista de técnica depurada, su trayectoria se ha visto reconocida por el favor de los aficionados, el reconocimiento de la industria y por su intenso ritmo de trabajo. Una de sus frases favoritas, “ningún músico ha hecho carrera quedándose en el sofá”, deja bien clara su filosofía. Así que imaginad lo que debió ser para el bueno de Tinsley el verse obligado a cancelar toda la gira de presentación de Ice Cream In Hell, más de ochenta conciertos firmados en el momento de poner el freno, por las medidas tomadas para luchar contra el coronavirus. Tras un periodo de (relativo) reposo se puso en marcha de manera febril, alternando el tiempo entre repasar las discografías de sus referentes con las horas de tarea compositiva en su estudio casero. Cuando se quiso dar cuenta tenía lista una cantidad ingente de canciones. Fue colgando algunas en las redes, pulsando la respuesta de sus seguidores y poniéndose manos a la obra para seleccionar la decena de temas que iban a ser incluidos finalmente en Devil May Care (Alligator – Dismedi), que es, nada más y nada menos, su vigésimo disco en solitario.

 

Un álbum muy inspirado, en el que da una clase soberbia de blues rock contemporáneo, no esperen encontrar aquí a otro de esos devoradores de escalas a velocidad vertiginosa. Ellis derrocha saber hacer, elegancia y un magnífico tono, tanto a nivel compositivo como de ejecución. Acompañado por Lynn Williams (batería), Steve Mackey a las cuatro cuerdas y Kevin MCKendree a los teclados, más la sección de viento de Andrew Carney y Jim Hoke en alguna ocasión, se pasea con holgura y seguridad por parajes sureños, «Just Like Rain» o «One Last Ride» huelen a Allman Brothers por los cuatro costados, blues rock robusto que suena con inusitada lozanía, «One Less Reason», «Right Down the Rain», «Beat The Devil», «28 Days», ritmos funk, la vibrante «Step Up» y lentos horneados a buena temperatura, «Don’t Bury Our Love», o macerados en barrica de roble, «Slow Train To Hell».

 

A sus sesenta y cuatro primaveras, Ellis demuestra encontrarse en plenitud de condiciones y que, lejos de acomodarse y vivir de las rentas y los logros pasados, sigue empeñado en dejar su contribución a la historia del blues. Y este último lanzamiento discográfico es la prueba fehaciente de que aún se pueden esperar muy buenas cosas de él.

Manel Celeiro

 

 

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