Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.
Podemos ponernos poéticos y convenir que el blues no tiene padre. Podemos considerarlo un agónico lamento que apenas era audible a orillas del río Mississippi y acabó siendo el lubricante que engrasó los motores culturales de las principales urbes de occidente. Desde las plantaciones del Delta hasta los clubs de Chicago y los sótanos de Londres. Lo que es impensable es aseverar que no tiene madre. La presencia de la mujer como fuerza creadora en la música popular ha sido menoscabada generación tras generación. A tal punto que nadie piensa en el blues como un género femenino a pesar de que lo fue en sus inicios. Voy a dedicar varios artículos a las mujeres que lo dieron a luz y, como no, es menester empezar por Ma Rainey. Nacida Gertrude Malissa Nix Pridgett Rainey en algún momento de la década de los 80 del siglo XIX en Columbus o Rome, Georgia (no existe un consenso al respecto), fue mentora de Bessie Smith y un referente para divas como Billie Holiday o blueswomen como Memphis Minnie.
Ma Rainey murió en diciembre de 1939, tres meses después de que Adolf Hitler invadiera Polonia dando inicio a la Segunda Guerra Mundial. Más de ochenta años después, en los albores de la Tercera Guerra Mundial, la voz de Ma sigue vigente, pero ¿seguimos refiriéndonos a ella como la Madre del Blues? Netflix ha producido una adaptación de la icónica obra del gran August Wilson, “Ma Rainey’s Black Bottom” y no se han dedicado demasiadas líneas a reivindicar a Rainey. Parte de la crítica especializada (teóricamente) se ha limitado a un ramplón “a mi no me gusta”, que esconde un incómodo “no la he entendido y ni me voy a tomar la molestía de buscar el nombre de su autor en Google”. August Wilson es el dramaturgo afroestadounidense más importante de la historia de su país. Su palabra es considerada oro y su trabajo un retrato del sufrimiento de su pueblo durante el siglo XX con el que ha ganado dos premios Pulitzer. Entiendo que esto puede ser irrelevante para la mayoría pero sorprende que pase por alto a periodistas dedicados a la crítica cultural. No obstante, es un autor que a los europeos no nos interesa, puedo comprar eso. Lo que me chirría bastante más es que tampoco haya recibido demasiada atención la figura de Ma Rainey. He intentado encontrar referencias a su peso específico en la historia de la música popular (más allá de citas wikipédicas) y no es tarea fácil. Su figura no es realmente popular. Al menos no como otras. ¿Por qué? La respuesta más sencilla es que, en realidad, Ma Rainey no fue tan importante. Es una posibilidad, sin duda. Sin embargo, es fácil encontrar el nombre de William Christopher Handy, el padre del blues. Nadie cuestiona su paternidad, al contrario, se le cita por defecto como responsable del nacimiento del movimiento artístico al que llamamos Blues. Si analizamos a Handy de forma aséptica, la verdad es que se autoproclamó Padre del Blues en su autobiografía, que vio la luz en 1941 y se tituló (oh, sorpresa) “Father of the blues”. En sus páginas argumenta que él publicó el primer blues de la historia, “The Memphis Blues”, en el año 1912. Hoy sabemos que no fue el primero, Antionio di Maggio puso en circulación su partitura del “I Got The Blues” en 1908. No solo eso, gracias a escritos inéditos del propio Handy, también tenemos constancia de que se trata de una pieza ‘robada’ al trío de Prince McCoy, con el que la orquesta de Handy compartió escenario unos años antes.
Sí, lo sé, estás pensando en Antonio di Maggio. Pero en realidad di Maggio no inventó nada, quiso hacer una parodia de lo que un guitarrista itinerante negro tocaba en un barco de Nueva Orleans y se convirtió en el mayor éxito de su orquesta de rag time. Así lo explicó él en su artículo de 1955, Música de Formación Clásica de Ascendencia Siciliana: “Tomé el ferry de Nueva Orleans que va a través del Mississippi hasta Algiers (es un trayecto de un barrio a otro de la ciudad). Mientras subía el dique, escuché a un anciano negro con una guitarra tocar tres notas durante mucho tiempo. No pensé que algo con solo tres notas pudiera tener un título, así que para satisfacer mi curiosidad le pregunté cómo se llamaba la pieza, él respondió: “I Got The Blues”. Llegué a casa teniendo esto en mente y escribí “I Got the Blues” haciendo que esas tres notas dominasen la mayor parte del tiempo. Esa misma noche, nuestra orquesta de cinco piezas tocó en el restaurante Fabaker. Compuse “I Got the Blues” con el propósito de hacer una parodia musical y, para mi sorpresa, se convirtió en nuestro número más popular. Durante ese tiempo la gente me pidió copias, pero solo tenía mi manuscrito y no quería publicarlo porque estaba interesado exclusivamente en la música clásica. Sin embargo, la demanda fue tan abrumadora que nuestro primer violinista, Barzin (más tarde sería primer violín con Toscanini, en el Met), insistió hasta que finalmente consentí en publicar mil copias para piano, quinientas para banda y quinientas para orquesta. Esto tuvo lugar en 1908. Las copias se vendieron en muy poco tiempo. No estuve interesado en otra edición por la razón ya explicada”. Tanto Handy como Maggio nos han confesado que ellos no inventaron el Blues. Fueron pioneros en mercantilizar el concepto. Las ventas de sendas canciones empujaron al resto de bandas a incorporar a sus repertorios tonadas similares, en cuyo título figuraba la palabra Blues como reclamo. Por lo general ni se puntualiza esto ni se menciona a nadie más que a Handy, ni siquiera se comenta de pasada que alguna vez existió un trío liderado por Prince McCoy. Lo sé, Dicho aún no he mencionado a Ma Rainey, vamos a ello.
La cantante de Georgia vivió según sus propias normas en un momento en el que ni siquiera tenía derecho al voto. Llegó a amasar una fortuna en el mundo del teatro itinerante y eso le permitió hacer siempre lo que quiso, al punto de incluir referencias al sexo lésbico en sus canciones, sin miedo a posibles represalias. Esto es extremadamente importante en términos socioculturales. Supuso un avance sin precedentes, nos habla de la libertad con la que ella se expresaba y de la falta de prejuicios con la que su gente la escuchaba. Un buen ejemplo de esto es la letra de “Prove It On Me”, que puso en el mercado Paramount Records en 1928 y cuya letra rezaba “Went out last night with a crowd of my friends. They must’ve been women, ’cause I don’t like no men” (Salí anoche con una multitud de mis amigos. Deben haber sido mujeres, porque no me gustan los hombres). Esto no tiene un reflejo en ninguna otra manifestación artística o cultural de los años 20 en EE. UU., no en vano el sexo homosexual se pagaba con la cárcel en aquel momento, de hecho, Ma Rainey estuvo en la cárcel por participar en orgías lésbicas en Chicago. Estamos hablando de una mujer negra que lideraba su banda, controlaba sus finanzas, decidía su futuro laboral y ganaba una fortuna, sin dejar de actuar de forma provocativa o manifestar abiertamente que era bisexual. Tengamos en cuenta que cualquier artista blanco/a hubiera ocultado su condición sexual incluso en la década de los años 70, hay tantos ejemplos que huelga enumerarlos. También denunciaba la violencia de género en sus letras y se enfrentaba en persona a los ejecutivos discográficos que pretendían dirigir sus grabaciones. Soy consciente de que todo esto puede hacer que las Pussy Riot parezcan militantes de VOX por contraste, pero no tiene nada que ver con inventar el blues. Ciertamente no. Pero en ello encontramos mucho más blues que en un instruido director de orquesta que intenta cazar al vuelo melodías de artistas rurales para convertirlas en partituras y firmarlas como suyas.
Ma Rainey le contó al prestigioso musicólogo John Work que mientras actuaba en un pequeño pueblo de Missouri, alrededor de 1902, escuchó a una muchacha cantar de forma “extraña y conmovedora” que su novio la había dejado. Rainey memorizó la tonada y la incluyó en su espectáculo con excelentes resultados. Acabó siendo una pieza fija en su repertorio y por eso empezó a poner la oreja con atención para cazar más pequeñas joyas como esa. Esta es mi historia favorita sobre un posible nacimiento del blues y la protagonista es Ma. Lo que más me gusta es que responde a uno de los más grandes enigmas que suscita el género: si todos los artistas masculinos que han dado forma al blues eran nómadas, solteros o adúlteros mujeriegos y alcohólicos, ¿de dónde surgió un cliché tan popular como el de “I woke up this morning, my baby was gone” (Me levanté esta mañana y mi nena se había ido)? ¿No os lo habéis preguntado nunca? Es absurdo que Robert Johnson, por citar a una figura conocida por todos, tuviera ese problema. Desde mi punto de vista, la respuesta es Ma Rainey. Los bluesmen copiaron de las divas, las verdaderas responsables de todo esto. No, no exagero. No perdamos de vista la realidad histórica, el blues nació como un género femenino. Cuando Papa Charlie Jackson entró al estudio por primera vez, a mediados de agosto de 1924, para grabar “Papa’s Lawdy Blues” y “Airy Man Blues”, la Paramount hizo una campaña de promoción en la que aseguraba que Jackson era el único hombre vivo haciendo discos de blues en los que cantaba y se acompañaba con el banjo o la guitarra, añadiendo: “Puede tocar y cantar blues incluso mejor que una mujer”. Estaba haciendo referencia al impacto comercial de Ma Rainey, así como el de Mamie Smith, Ida Cox o Bessie Smith. Supongo que me vais a decir que Ma Rainey también hizo suya una melodía ajena, letra incluida, es cierto. Sin embargo, ¿por qué la historia oficial es la que protagoniza Handy?
Resulta interesante pensar en esto. ¿Verdad? De hecho, “The Memphis Blues” no ha perdido su lugar en la historia en favor de Rainey, pero sí de otras canciones escritas por hombres como la mentada “I Got The Blues” o “Dallas Blues”. No solo eso, es fácil dar con esta historia alternativa escrita y protagonizada por el propio Handy: “(mientras esperaba el tren en una estación de Mississippi) un negro delgado y desgarbado comenzó a tocar una guitarra junto a mi mientras yo dormía. Su ropa era andrajosa; sus pies asomaban por fuera de sus zapatos. Su rostro poseía algo de la tristeza que provoca el paso del tiempo. Mientras tocaba, presionaba un cuchillo en las cuerdas de la guitarra… El efecto fue inolvidable… Cantaba repetidamente la línea ‘Goin’ where the Southern cross the Dog’ tres veces, acompañándose en la guitarra con la música más extraña que yo nunca había escuchado”. Historiadores de prestigio como Robert Palmer y David Evenas han concluido que ese vagabundo era Henry Sloan, del que lo único que sabemos es que Charley Patton, considerado como el Padre del Blues del Delta, le cita como maestro. No existe forma alguna de confirmar una sola coma de todo esto. Es pura especulación basada en relatos. ¿Se os ocurre alguna razón para que sobre el supuesto Henry Sloan exista una leyenda y sobre la chica de Missouri en la que se inspiró Ma Rainey no se sepa nada en absoluto? ¿Por qué esta teoría sobre el nacimiento del blues no es tan popular como las otras? Podríamos colocar a Ma Rainey en el centro del relato, reivindicar su música, convertirla en un tótem por los derechos civiles, incluso organizar un credo alrededor de su figura. Por alguna razón eso no ha sucedido. Cuando a los autores e historiadores (por lo general blancos) les pareció interesante construir una ‘historia’ del blues, en la década de los años 60, la tendencia era Bob Dylan. El rock and roll había pasado de moda y aún faltaban unos años para que los británicos le recordaran a los yankis quién era Muddy Waters. El elegido fue Robert Johnson, al que adoro, pero dicha elección no tuvo nada que ver con el desarrollo real de la música negra entre finales del siglo XIX y el primer cuarto del XX.
¿Qué fue de Ma Rainey? Tras no ser renovada por Paramount Records a finales de los años 20, Rainey volvió al circuito de espectáculos itinerantes. La gran depresión y el Crac del 29 provocaron la quiebra de Paramount, que detuvo la producción de sus discos y estos no fueron reeditados hasta los años 60. El teatro ambulante era un sector en declive y cuentan que se vio obligada a confeccionar ella misma su vestuario a partir de viejos ropajes que habían pasado de moda. Como ya sabemos, Rainey había controlado siempre sus finanzas y lo había hecho con mucho criterio. Aún tenía dinero suficiente como para retirarse a su Georgia natal, comprar tres teatros (llamados Lyric, Airdrome y Liberty) y disfrutar de un retiro digno hasta su muerte en 1939, a los 53 años. Por paradójico que suene, lo más triste no fue su muerte, sino que el recuerdo de sus años dorados se había desvanecido y en el certificado de defunción de la Madre del Blues consta que era una ama de llaves. Quizá es por eso que incluso la crítica especializada y buena parte de los historiadores se han olvidado de ella y todo este artículo no es más que el lamento de un fan con bastante tiempo libre para darle vueltas a las cosas.
Dolphin Riot