Encuentros

JP Bimeni, el poder de soñar

 

Una persona se define por lo que hace, pero también por lo que sueña. Somos el resultado de nuestras acciones y omisiones, pero también de nuestras esperanzas y miedos. Y, en medio, también está la suerte, que a veces te agarra de la mano y otras veces te suelta y no quiere saber nada de ti. Y ahí te las compongas.

JP Bimeni es un hombre que tuvo suerte, eso es innegable. Vivió y sobrevivió en un Burundi salpicado de violencia y sangre. Y es de los que saben exactamente el valor que tiene estar sobre esta tierra, respirando. Y también es un hombre que soñaba y que sueña mucho: con ser cantante y ver mundo, con un planeta donde la gente se entienda y no haya conflictos; con ser digno de su amado Otis Redding, no sólo en el plano artístico, sino también en el humano. Soñar con ser bueno en lo tuyo y, también, con ser un hombre bueno.

Pero no basta con cerrar los ojos y soñar, sino que hay que trabajar y avanzar, contra viento y marea cuando vienen mal dadas, o con el favor de éstos cuando la fortuna guiña el ojo. Y JP Bimeni no ha dejado de hacerlo, bailando, recitando, actuando, cantando y escribiendo canciones. Subiéndose a escenarios y buscando su voz y su verdad.

Tras el éxito de “Free Me”, ahora vuelve al ruedo al frente de los madrileños Black Belts con un nuevo álbum que lleva por título “Give me Hope” que contiene unas cuantas buenas y un par de grandes canciones, como ese “Guilty & Blessed” que es puro Otis Redding.

¿Qué mejor ocasión que ésta, para charlar con él?

Retrocedamos a tu adolescencia y cuéntame cuál era tu relación con la música en tu adolescencia en Burundi. ¿Cuándo y en qué circunstancias decidiste que ibas a cantar?

Me encantaba bailar en la escuela. Estaba en un grupo de teatro y hacía coreografías. Luego, entre acto y acto, recitaba poesía. A eso añadí el baile y, a veces, la actuación sobre las tablas.  Así que mis pinitos sobre el escenario tenían más bien que ver con la mímica y el baile. Aprendía las canciones en inglés, pero sin entender realmente la letra. Un día, mi tía me dio una guitarra y fue cuando le dije a mi madre que quería viajar por el mundo como cantante. Mi madre replicaba que a mí me gustaba demasiado comer como para dedicarme a cantar y que nunca podría vivir de ello. Pero esa visión que tuve de adolescente permaneció y al final se hizo realidad. Soñar es muy poderoso.

Viviste episodios de extraordinaria violencia en tu país, como la masacre de Kibimba. Y, en cierto modo, eso se nota en tu música, en la alegría que transmite de estar vivo o, a veces, en el dolor profundo de los temas que ahondan en el daño y la ausencia.

Creo que todos los seres humanos estamos moldeados por las experiencias que vivimos y que nos hacen felices o tristes. Sí, he pasado por situaciones muy extremas y me siento muy agradecido por seguir con vida. Una parte de mí se pregunta por qué estoy vivo mientras que otros no lo consiguieron. El cuestionamiento es más espiritual que intelectual. Al parecer, es muy común entre los supervivientes sumergirse en esos espacios profundos, que se hallan muy dentro de nosotros mismos. La verdad es que todo eso puede ayudarnos a afrontar la vida y nos da perspectiva. Nos enseña que estar aquí es un regalo y que debemos vivir, apreciar y compartir la vida al máximo. Intento que cada momento cuente.

Con la ayuda de una beca del Hugh Pilkington Charitable Trust de Oxford, te mudaste al Reino Unido para estudiar, y ahí te has acabado estableciendo. Explícame cómo fue, a nivel de experiencia vital, este cambio.

Aquella beca supuso para mí una grandísima oportunidad. El sistema sobre el que aquella escuela y aquella beca funcionaban se basaba en el «entendimiento internacional», por lo que, por decirlo de alguna manera, aglutinaba a soñadores de todo el mundo. Nos dijeron que éramos los líderes del mañana, lo cual es, a la vez, muy aterrador, pero también inspira mucho. Había alumnos de todas las procedencias y culturas, sumábamos unas 80 nacionalidades entre algo menos de 300 estudiantes. Aquella escuela había sido creada después de la Segunda Guerra Mundial por filósofos, pedagogos y pensadores con la idea de evitar conflictos en el futuro. La filosofía era que, si los jóvenes de todo el mundo se conocían y se entendían, se podría crear una red global y se podrían cambiar realmente las cosas. Me siento muy privilegiado y agradecido por haber podido vivir aquella experiencia y por saber que hay personas que comparten ciertos valores que espero que puedan seguir inspirando a otros. De hecho, quiero que mi vida contribuya, de alguna manera, a alimentar y compartir esa visión.

Te lo tengo que preguntar. ¿En qué momento de tu vida descubres a Otis Redding? Es tan evidente su influencia en tu música que me gustaría que explicaras tu encuentro con el legado de ese grandísimo artista.

Cuando llegué a Londres me uní al Jezebel Sextet, que hacía conciertos tributo a Otis Redding, así fue cómo profundicé en su vida y en su forma de cantar. Yo ya conocía su música, porque en mi casa, en Bujumbura, teníamos grandes emisoras de radio y escuchábamos una selección muy ecléctica de artistas. Desde el Soul hasta el Reggae, pasando por el Jazz, el Afro, el Pop, el Country y la Música Clásica. Ahora, cuando vuelvo por ahí, la prensa y el público me etiquetan como el Otis Redding de Burundi. Algo que la gente, ahí, aprecia mucho.

Cuando empecé a actuar en noches de micrófono abierto, el público solía comparar mi voz con la de varios artistas como Marvin Gaye, Ray Charles, Raphael Saadiq, Terence Trent Darby u Otis Redding. Con The Jezebel Sextet quería hacer todo lo posible para honrar a Otis, tanto al hombre como a su música, y realmente me costó mucho trabajo y me llevó tiempo sentirme cómodo en ese papel. Tuve que andar por la fina línea entre ser Otis Redding y ser yo mismo y expresarme como cantante. La estructura de sus canciones me ayudó a cantar con su estilo. En cierto modo, con esta experiencia aprendí a subirme a un escenario y a ser un cantante de Soul. Fue como una escuela. Y Otis Redding fue mi profesor.

¡Y se nota! Además de Jezebel Sextet, has formado parte de un montón de bandas y proyectos desde 2002: Mantilla Band, tu trabajo en solitario con “Agahengwe”, Lostchild o Saints Patience. Explícanos un poco tu trayectoria y los palos que has ido tocando.

Sí, ha sido un viaje muy rico, tratando de encontrar mi camino y mi voz. Me encanta la música y me encanta cómo me hace sentir. Me gusta bailar cuando me siento bien y adoptar una postura más reflexiva cuando me siento mal. Escucho todo tipo de música, incluida la instrumental, y en ella busco ritmo y referencias culturales.

Llegué a Londres en 2001 después de la Universidad y empecé a escribir canciones con una mezcla muy amplia de estilos: Reggae, Rock, Soul… Ahora me he decantado por el Soul, que es central en mi sonido, pero si te fijas en el segundo disco se pueden escuchar pinceladas de otros estilos como el Rock o el Afro, y eso me gusta. Quién sabe lo que grabaré en el futuro. Todavía siento que estoy viviendo un viaje musical y creativo.

Me intriga saber cómo, viviendo en Reino Unido, has podido terminar con unos músicos españoles. ¿Cómo se origina JP Bimeni & The Black Belts?

Los miembros de Speedometer me habían visto interpretando canciones al estilo de Otis Redding y, cuando tenían que venir a actuar en el Festival de Música Negra de La Grapa, aquí en España, tuvieron un problema de última hora con su cantante. Así, me pidieron que lo sustituyera y acepté, aunque realmente no tuvimos tiempo de ensayar. Nos conocimos literalmente sobre el escenario y aquello era hundirse o nadar. Al final pude terminar el concierto de una pieza. Cuando, tras aquella actuación, volví al Reino Unido, me contactó el sello madrileño Tucxone Records diciéndome que buscaban un cantante. Así que me invitaron a Madrid en 2017 y JP Bimeni & The Black Belts se formó allí mismo en los estudios de Tucxone. Y, no te lo pierdas, el primer festival en el que actuamos fue la siguiente edición de La Grapa Black Music Festival. ¡La magia había comenzado!

La acogida de “Free Me”, vuestro álbum de debut, fue merecidamente buena. Pero “Give me Hope” es aún más bueno, con hits como el brutal “Guilty & Blessed” (mi favorita). Explícanos tus expectativas con este nuevo disco. ¿Cómo planeáis hacer frente a las restricciones por el Covid que con tanto ahínco parecen querer castigar la actividad cultural?

¡Hombre, muchas gracias! “Free Me” funcionó muy bien. Por ejemplo, Craig Charles, de la BBC6, lo nombró mejor álbum de 2018, lo que nos impulsó de verdad y nos hizo salir de gira por Europa. Así que me alegraría que nos fuera todavía mejor con este “Give Me Hope”, que está recibiendo unas primeras críticas realmente buenas.

Ya tenemos lista la gira en febrero y marzo y, hasta ahora, todo va viento en popa así que estamos cruzando los dedos para que el Covid19 no nos detenga. Sentimos que las puertas seguirán abriéndose. Además, como banda tenemos ya una buena experiencia en esto de las giras y creo que vamos a saber gestionar bien ésta.

Este álbum es nuestra oportunidad para establecernos en la industria musical, así que somos positivos y avanzamos hacia adelante y hacia arriba. ¡¡Nos estamos dando esperanzas!!

Texto: Alberto Valle

Fotos: Gabi Tineo

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