Este viernes se presentan en el Funhouse de Madrid con toda la caballería y con la seguridad de convencer a todo aquel que se digne a pasarse. Acaban de publicar su cuarto disco, glorioso como sus predecesores, y esta es una reseña paralela a la que ya salió en nuestra versión papel en el número de enero. Si desean que les vuelen la cabeza a base de blues’n’rock y mucho de Neil Young vibes, déjense caer el viernes y comprueben ustedes mismos. Les acompaña el cantautor folk Sertucha que también estrena álbum, ambos bajo el sello Milana Música.
Como en cualquier disciplina artística, en la música también existen las anomalías felices. Pueden ser culturales, geográficas e, incluso (entiéndaseme bien) raciales. En el caso de Uncle Sal, casi concurren las tres. Baste un dato en apariencia trivial para dar consistencia a lo expuesto: son de Ibiza… y suenan como si no hubieran salido de Atlanta en su vida ni para ir a una boda: despachan con maestría boogie, southern y 70’s rock con aromas a sudores de Baron Samedi y bourbon de 18 años en barrica de Tennessee. Estoy casi seguro de que en Ibiza, la isla que inspiró a lo más hippie de los 60, para luego destrozar y acabar con los últimos atisbos de moralidad luterana de la Europa fiestera que la visitara desde entonces, ni existen los caimanes, ni hay pantanos donde crezcan los cipreses… pero, por favor que nadie se lo diga a los Uncle Sal: que todo siga como está, que sigan sacando discazos como este `Darken My Door’ y que el sombrero de Ronnie Van Zant siga descansando sobre ellos.
Texto: Fermín García